Diego Calle

Por: Diego Calle Pérez.

Muchas veces no se necesita mucho presupuesto para ejecutar obras, sino capacidad de gestionar para avanzar en un plan de desarrollo municipal y departamental. Gestionar infraestructura, es por demás, lo que más se procura adelantar en cualquiera de las alcaldías y gobernaciones de nuestro territorio nacional.

Esa infraestructura puede ser, mejorar la carretera veredal, dotar de agua potable una comunidad, abrir un puesto de salud, con el objetivo de capacitar a los pobladores de las buenas prácticas de higiene y prevención de enfermedades. Revisar el peso y talla de los escolares y planear el presupuesto del complemento escolar. Llegar con el internet a la institución educativa, dotarla de buenos equipos para la enseñanza. Dotar las bibliotecas de fotocopiadoras y buscar espacios para que los jóvenes practiquen deportes, música, pintura y análisis de laboratorios.

Los rectores, al igual que los alcaldes, son los gestores de los avances de un municipio. El papel central de un alcalde, como muchos lo manifiestan, es llevar a buen final el mandato popular, ejerciendo con autoridad, representada en el voto popular. Encontramos alcaldes estudiosos, aguerridos, disciplinados y exigentes con su equipo de inmediatos colaboradores. También, encontramos, rectores gestores de nuevos caminos y otros calentando silla, mientras llegan las 3 mesadas, desafiando profesores, si les critican les inventan traslados, intimidando estudiantes y sin medir palabras, maltratando la comunidad.

Encontramos alcaldes que debilitan su programa de gobierno y no concuerdan con sus promesas de campaña. Rectores, de instituciones públicas, que muchas veces aportan de su propio bolsillo, para cumplirles con la fiesta de grados a los futuros bachilleres. Hay alcaldes con personalidad pausada y reflexiva que no quieren descuadrar su programa de gobierno y poco gestionan, por no comprometerse con el gobernador o con senador alguno.

Paradójicamente, nos encontramos con alcaldes que miran su oportunidad en el fisco municipal, para aliviar sus inversiones personales y rectores que abusan de su presupuesto escolar, para desviar recursos de inversión, sin planificación curricular. Los rectores no asisten a las reuniones de profesores y suelen permanecer encerrados en sus oficinas escuchando chismes e inventando rumores.

Alcaldes que no dialogan en extenso con sus más cercanos colaboradores y muchos terminan con problemas en los entes de control fiscal. Para complejizar las tensiones, hay contratistas que esperan los pliegos de contratación en las diferentes alcaldías y rectores que esconden inventarios para justificar sus presupuestos.

No basta tener buenos funcionarios en las alcaldías, ni buenos profesores, si alcaldes y rectores no lideran las agendas que se van a desarrollar en un programa de gobierno que se evalúa por semestres y por años. Si queremos mejorar la calidad de la educación y optimizar los recursos en las alcaldías, hay que convertir a los alcaldes y rectores en verdaderos líderes y gestores de un mejor clima institucional. De los alcaldes y los rectores.