Por: Rubén Darío Barrientos G.
Ha proclamado el senador Jorge Enrique Robledo su precandidatura presidencial para el 2018 por el Polo Democrático, antes de que emergiera Clara López por ese mismo partido. Según Robledo, López “quemó todas las naves con relación a los cargos directivos del Polo” (por haber aceptado ser ministra del gobierno santista), pero no puede ignorarse que ella es de la militancia del Polo y, además, afanosa aspirante también a la presidencia de la república.
Robledo, de 66 años y quien peina canas, es nativo de Ibagué pero muchos creen que es manizalita de origen porque estuvo viviendo en esa ciudad señorial por espacio de veintisiete años, dado que ofició allí como docente de tiempo completo de la Universidad Nacional (entre 1975 y 2002). Es arquitecto de profesión, pero antepone su talante político en su biografía. Habla –como lo hacía Álvaro Gómez Hurtado- con la inteligencia de las manos. Y sus gafas redondas, le acompañan su efigie intelectual y su porte carismático.
¿Quién duda de la fuerza de sus razones y de la profundidad lúcida de sus análisis? ¡Nadie! Por eso, es hoy la figura más cimera de la izquierda colombiana, adicionado con que es amo de finas maneras y de agradabilísima elucidación argumentadora. Bien trajeado, calibrador para expresarse, coherente en su discurso, satírico por demás y con el efluvio del sarcasmo en sus palabras, Robledo es entrevistado hasta por Fernando Londoño y Juan Lozano, precisamente por el faro de su claridad y por sus sabrosas (y contagiosas) razones para responder con agudeza.
A raíz de su precandidatura, se han venido lanza en ristre sus fustigadores de turno para espetar dos cosas: A) Que nunca ha ocupado un cargo administrativo y B) Que como senador no ha presentado con éxito un solo proyecto de ley. Ahí fundan el contraargumento de que Robledo es indigno aspirante a la presidencia por estas dos cojeras graves.
Es verdad que Robledo nunca ha ocupado un cargo administrativo. Baste decir que ha sido: Concejal de Soacha en 1974, docente de la Universidad Nacional (entre 1975 y 2002) y congresista desde entonces. Y también es certano, que como senador no ha tenido fulgurancia en sus iniciativas de proyectos (solo ha cruzado la meta aprobatoria de un propuesta de ley que establecía el sistema de la carrera administrativa para la rama legislativa; de resto, archivos y retiros), sobretodo porque su tarea ha sido la de las maniganzas de los debates de control político, que hogaño suma casi ciento cincuenta.
El ibaguereño ha tenido el bastión de su coherencia en su ideología política, que tuvo eclosión como miembro de la Jupa (Juventud Patriótica), prosiguió en el Moir y aterrizó en el Polo Democrático. Así las cosas, es innegable que es el candidato más aséptico de la izquierda colombiana, así yo no vaya a votar por él, y que encarna in pectore la lucha contra la corruptela y la ladronería de este país.
También, supone uno, madrugó a postular su precandidatura presidencial para obstruir la que pudieran hacer las Farc, que reñiría con la izquierda democrática que retrata a Robledo. Seguramente no ganará, pero hay que decir a pie juntillas que es un señor candidato, que engalana la alfombra presidencial y que tiene sentido en la medida en que es un barón electoral que aquistó 191.010 votos en su última candidatura senatorial.
Este académico, anticlientelista y opositor absoluto en sus incursiones de disentimiento, tiene dos alumnos aventajados en nuestra comarca: el diputado Jorge Gómez y la edil Luz María Múnera, ambos muy devotos del control político. Grato aporte a la democracia es el suceso de su postulación, que celebramos (así no adhiramos con el voto) porque se cimienta en la seriedad de su envidiable trayectoria senatorial, aplaudida de manera apodíctica en Colombia. Queda por resolver, quiénes lo rodearían como ministros. Ahí está el entripado mayor. ¿O no? .