El Papa que sucederá a Francisco deberá estar lo suficientemente iluminado por el Espíritu Santo para saber cómo enfrentar la “histeria colectiva” que está sufriendo el mundo moderno, con la complicidad de los políticos, los medios de comunicación y las redes sociales.
Ojalá el nuevo Papa tenga la suficiente ascendencia sobre la humanidad, para que la convenza de la urgencia de que sea más reflexiva, más racional y más crítica, para que se vuelva inmune a la desinformación, al sensacionalismo y a la mentira. Para que no se deje arrastrar a la visceralidad que producen los discursos políticos ominosos, injuriosos, calumniosos y polarizantes.
Que bueno que le crean al nuevo Papa, que no le deben creer todo a las redes sociales, utilizadas dolosamente por gente dañina para amplificar el miedo, la indignación y la rabia, con la intención de dividir y alimentar la “estupidez colectiva” de grupos de personas que no piensan, que no razonan y, por tanto, reaccionan de manera impulsiva, emotiva e irracional.
Que cuando digan “Habemus Papam” salga con el humo blanco la esperanza de un líder capaz de convencer a la humanidad de que no podrá subsistir sin respetar la dignidad, la justicia, la equidad, la Paz y la Verdad y, por tanto, convencerla de rechazar la complicidad de los políticos, los medios de comunicación y las redes sociales que insisten en el odio, la mentira, la división y la exacerbación de la “Histeria Colectiva”.
Y aunque quisiéramos pensar que al sucesor del Papa Francisco lo eligió el Espíritu Santo y que tendrá facultades divinas, lo cierto es que necesitará de la voluntad de los hombres para garantizar que la tierra esté poblada por más seres buenos, respetuosos de la dignidad humana, la justicia, la equidad, la Paz y la Verdad.
Con el liderazgo del nuevo Papa bueno y con la voluntad de cada vez más gente buena, lograremos liberarnos de la condena a este estado de “histeria colectiva”, pero sí y sólo sí exigimos información responsable, formación de una ciudadanía que piense y que sea tan crítica, que no se deje manipular por políticos, periodistas y opinadores con intereses particulares, políticos y económicos. Ello implica que exijamos la regulación ética y responsable de los medios de comunicación y de las redes sociales. ¡Y ojo que no estamos pidiendo censura! ¡Estamos exigiendo responsabilidad y compromiso con la verdad y la imparcialidad por parte de los periodistas!
Y a los políticos les tenemos que exigir que recuperen el sentido de la razón, el argumento y el disenso en sus discursos; el valor de escuchar y dialogar; el respeto a la pluralidad, a la dignidad del otro y a la verdad; la tolerancia y el compromiso con el interés común.
Es posible liberarnos de las consecuencias de esta “histeria colectiva”, como la polarización, la irracionalidad, la visceralidad, el odio, la mentira, si somos conscientes de la urgencia de transformar esta inhumana y destructiva realidad con información ética y periodismo responsable, educación del criterio, política sin populismo y politiquería y una ciudadanía que se respete a sí misma, no dejándose manipular y meter en los nichos de la “estupidez colectiva”.