Eduardo Aristizábal Peláez

Por: Eduardo Aristizábal Peláez 

La iniciación de los cuadrangulares semifinales de la Liga Águila, es un  buen motivo para hablar de periodismo deportivo, especialmente para aquellos aficionados que ya fungen como .periodistas. Me tomaré el atrevimiento de interpretar el Dodecálogo del Periodista, del magín del escritor, periodista y ensayista gallego Camilo José Cela, Premio Nobel de Literatura;  espero nos sirva de repaso de  principios  que debemos tener siempre presentes en nuestra cotidiana labor.

1.    Decir lo que acontece, no lo que quisiera que aconteciera o lo que se imagina que aconteció.

Empieza el escritor y periodista español refiriéndose a la objetividad y claridad meridiana, en la que insiste más adelante en este dodecálogo, condiciones primarias, básicas y necesarias en la información que debe suministrar el periodista. Sí que se peca con frecuencia en el periodismo deportivo por parte de los simpatizantes de los equipos objeto de su información y caen en el error de pensar con el corazón y no con la cabeza, informando lo que ellos vieron y no lo que el público en general observó, suministrando entonces información parcializada, distorsionada. Lo anterior  no tiene   nada que ver con la opinión que es personal y  subjetiva.

2.    Decir la verdad, anteponiéndola a cualquier otra consideración y recordando siempre  que la mentira no es noticia y aunque por tal fuere tomada, no es rentable.

Consideración obvia, pero que no sobra recordarla, especialmente a aquellos negociantes o mercaderes que posan de  periodistas y no tiene ningún problema en hipotecar  la verdad para decir una mentira simplemente buscando ventajas personales. Afortunadamente esta situación no es tan común en el periodismo deportivo o al menos en nuestro medio en donde se trabaja con mucho profesionalismo y de buena fe.

3.    Ser tan objetivo como un espejo plano; la manipulación y aún la mera visión espectacular y deliberadamente monstruosa de la imagen o la idea expresada con la palabra, cabe no más que a la literatura y jamás al periodismo.

Siendo Cela escritor y periodista, separa claramente los dos conceptos y no acepta que se mezclen. Visión muy respetable y más proviniendo de un persona de la altura intelectual del español, pero tenemos todo el derecho a interpretar que Cela se refiere básicamente a los hechos noticiosos, pues para todos es conocido el estilo literario de muchos periodistas cuando tocan ciertos temas que dan para eso y en prensa vemos con frecuencia en las separatas que periódicamente publican los diarios. Además en el caso del deporte sí que es viable y nos podemos dar la licencia de mezclar periodismo y literatura cuando relatamos los triunfos o las derrotas que para complementar la información admite  una medida emoción y dar rienda suelta a la inspiración. En otras épocas nos solazábamos leyendo  las páginas deportivas del Grafico de Buenos Aires que utilizó mucho la hipérbole, el símil, la metáfora, el retruécano  para construir del suceso deportivo una espectacular página literaria.

4.    Callar antes que deformar; el periodismo no es ni el carnaval, ni la cámara de los horrores, ni el museo de figuras de cera.

El periodismo es cosa sería y aunque en nuestro  país apenas sea un oficio,  tenemos que entender que material y realmente es una profesión de mucho respeto y de gran responsabilidad, pues trabajamos no exactamente para nuestra familia y vecinos sino para el público en general,  utilizamos medios masivos de comunicación y antes de comunicar imprecisiones o decir algo con dudas, sin confirmar, es preferible callar. La verdad es el mayor activo del periodista

5.    Ser Independiente en su criterio y no entrar en el juego político inmediato.

No es fácil y volvemos al tema de la objetividad y de la verdad. Por eso, además de la formación, el periodista debe tener un temperamento a  prueba  de cualquier emoción, debe pensar siempre con la cabeza, nunca con el corazón y debe recordar que está informando para el mundo, no para la parroquia.

6.    Aspirar al entendimiento intelectual y no al presentimiento visceral de los sucesos y las situaciones.

Casi que es reiterativo Cela en el comportamiento personal del periodista, recordando la objetividad, la imparcialidad, la claridad, la verdad, separando las reacciones personales, individuales, subjetivas, emotivas. Los periodistas tenemos que ser fríos como la nieve, apoyarnos en las razones y no en las emociones, capacitarnos intelectualmente para  poder responder a nuestra gran responsabilidad de ser los depositarios de la verdad

7.    Funcionar acorde con su empresa – quiere decirse con la línea editorial – ya que un diario ha de ser una unidad de conducta y de expresión y no una suma de parcialidades: en el supuesto de que la no coincidencia de criterios fuera insalvable, ha de buscar trabajo en otro lugar  ya que ni la traición – así mismo fingiendo o a la empresa, mintiendo – ni la conspiración, ni la sublevación, ni el golpe de estado son armas admisibles. En cualquier caso, recuérdese que para exponer toda la baraja  de posibles puntos de vista  ya están las columnas y los artículos firmados. Y no quisiera seguir adelante – dicho sea al margen de los mandamientos – sin expresar mi dolor por el creciendo olvido en el que, salvo excepciones de todos conocidas y por todos celebradas, están cayendo los artículos literarios y de pensamiento no político en el periodismo actual, español y no español.

Un tema que tiene que ver más con el periodismo político, pues los medios de comunicación tienen sus intereses partidarios y es trascendental analizar esos principios antes de vincularnos a dichos medios para no trabajar en contravía, incómodamente y no estar en permanentes contradicciones con los objetivos general de la empresa. En ese aspecto los periodistas deportivos trabajan más cómodamente, pues aunque el deporte ocupa un lugar preponderante en la vida, no rebasa la trascendencia de la política de propietarios de los medios.

8.    Resistir toda suerte de presiones: morales, sociales, religiosas, políticas, familiares, económica, sindicales, etc., incluidas las de la propia empresa.

No es fácil, pero tenemos que cubrirnos de un caparazón en la cual reboten todo tipo de presiones. Los principios éticos y morales son fundamentales. Nunca debemos olvidar que informamos en general y por eso lo hacemos a través de medios masivos y no en particular. Debemos buscar siempre la verdad y por eso debemos  acompañarnos siempre de la objetividad.

9.    Recordar en todo momento que el periodista no es el eje de nada, sino el eco de todo.

Principio tan olvidado en nuestros días, pues son muchos los periodista que  quieren ser más importantes que los personajes, hacen su propio show y quieren ser las figuras en contravía con la modestias propia que debe aflorar en esta actividad tan delicada. Nosotros somos simples medios.

10.  Huir de la voz propia y escribir siempre  con la máxima sencillez y corrección posible y un total respeto a la lengua. Si es ridículo escuchar a un poeta en trance ¡que podríamos decir de un periodista inventándose el léxico y sembrando las páginas de voces entrecomilladas o en cursiva!

Invita Cela a no incurrir en ruidos en la comunicación y aquí se refiere especialmente al ruido semántico, cuando utilizamos una terminología cuyo significado no es conocido por el lector, oyente o televidente. Cuando se trate de temas muy técnicos, no debemos olvidar nunca que podemos dar cortas explicaciones a  los términos utilizados. Y no copiemos tan textualmente a los comentaristas argentinos que son magos en especular con las palabras. La sencillez va de la mano de la claridad.
 
11.  Conservar el más firme y honesto orgullo profesional a todo trance y manteniendo siempre los debidos respetos, no inclinarse ante nadie.

Los periodistas no solo debemos sentirnos orgullosos de nuestra profesión, sino también hacerla respetar. Buscar el justo punto de equilibrio. Hacernos importantes por la calidad de nuestro trabajo sin buscar reconocimientos. Nuestra gran satisfacción debe ser siempre la de la labor cumplida

12.  No ensayar la delación ni dar pábulo a la murmuración ni ejercitar jamás la adulación: al delator se le paga con desprecio y con la calderilla del fondo de reptiles: al murmurador se le acaba  cayendo la lengua  y al adulador se le premia con una cicatera y despectiva palmadita en la espalda.

Entre menos adjetivos se utilicen para contar las cosas, mejor. Los adjetivos calificativos a veces resultan exagerados porque se vuelven subjetivos y nacen en el corazón, fruto de la emoción. No hagamos nunca eco al chisme o al rumor y cuando tengamos que realizar denuncias no olvidemos que deben estar bien sustentadas y estar seguro de ellas para después no tener que lamentarnos. Es todo.