Ruben Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.

rdbarrientos@une.net.co

No se ha hecho un análisis pormenorizado y sesudo, acerca de la gran cantidad de votos nulos que arrojó la liza electoral del pasado 11 de marzo. Se ha hablado de la abstención del 51%, de las fotocopias de no pocos tarjetones para la consulta interpartidista, de la inusitada compra de votos, de quiénes ganaron y quiénes perdieron, de que esta fue la “primera vuelta” para la contienda de presidencia de la república [considerando que habrá “tres vueltas”, si miramos con objetividad que la consulta fue termómetro para Duque y Petro], de posibles alianzas o coaliciones –aunque ya disipadas–, etc.

Fue palmaria la demostración de que muchos colombianos no tienen idea de votar en elecciones para Congreso [muchos llevaron los famosos pastelitos y se salvaron], seguramente por el hecho de que los tarjetones contengan meramente los logos de los partidos y los números de los candidatos sumado a que al lado derecho del tarjetón de Cámara estaba lo de candidatos circunscripción especial comunidades afrodescendientes, que movió a muchísimas personas bien a votar o bien a votar en blanco en ese acápite, situaciones todas que precipitaron demasiados votos nulos al darse una doble equis en la elección, pues ya habían marcado otro voto de sus preferencias.

Miremos en detalle: para Senado hubo 1.136.593 votos nulos y para Cámara de Representantes hubo 651.743 votos nulos, lo que arroja 1.788.336 votos nulos, que es una cifra escandalosa y desmedida. Ello aunado a que para Senado y Cámara hubo 1.415.243 votos no marcados, y a título informativo, digamos que se presentaron 1.640.673 votos en blanco (protesta). Todos estos votos, entonces, no terminaron en ningún partido. Se convierte este lunar, en un fracaso de la pedagogía de la Registraduría para votar.

En entrevista para Yamid Amat [El Tiempo, 10 de marzo de 2018], el Registrador Nacional del Estado Civil, Juan Carlos Galindo, fue enfático en aseverar que es menester eliminar las listas abiertas [voto preferente], porque las “cerradas” dan complejidad actual al sistema electoral. Incluso, Galindo hizo alusión a que presentará un proyecto de reforma al Código Electoral, pues lo considera obsoleto y que propondrá una reforma constitucional para eliminar el voto preferente. Pero si miramos hacia atrás, vemos que hace un cuatrienio, la situación fue similar, pues se anuló el 10% de los votos en materia de Congreso.

Ahora bien. En los años 1998 y 2002, los votos nulos apenas llegaban al 3% del total de los escrutinios. Casi en ningún país hay tanto porcentaje de votos nulos [Chile: 5,1%; México: 2,5%, Venezuela: 6.1%, Bolivia: 3,4%, Haití: 7,0%]  Y esto de los votos nulos, es clave en materia del umbral. Desconozco si la Registraduría Nacional del Estado Civil, tabula las razones de los votos nulos –debería tener ese control sobre materia tan delicada–. Desde luego, no faltan los votos nulos por mala intelección y falta de sindéresis de los jurados. Vuelve a estar en la palestra, la recomendación del voto electrónico [de lo cual se declaró enemigo el Registrador Galindo por el hackeo y los ciberataques], y que yo creo que tarde o temprano se impondrá.

No hay una fórmula que sea perfecta en materia de tarjetones. Seguramente los que se acompañen con fotografías ayuden (así era antes de la reforma) e indudablemente los tarjetones de las consultas interpartidistas son fáciles de diligenciar y sin embargo también tuvieron votos en blanco. Es increíble, por ejemplo, que en las presidenciales de 2014 hubo en primera vuelta 311.855 votos nulos y en la segunda vuelta 403.455 nulos, en un tarjetón tan simple y sin complejidades.

Miraremos qué pasa en adelante, pero hasta ahora queda una estrella negra en materia del fracaso frente a sustraerse del sambenito de los votos nulos, que se los quisieran a su favor Duque, Petro, Fajardo, Vargas Lleras o De la Calle.