Por: Gabriel Zapata

La revaluación es un fenómeno que viene golpeando de manera significativa las economías de países Latinoamericanos, pero el caso colombiano realmente alcanza niveles de preocupación, pues el país encabeza el ranking de las divisas más revaluadas según la compañía estadounidense de software financiero Bloomberg. Mientras la apreciación de monedas como la brasilera y la chilena están en el orden del 8 y 7 por ciento respectivamente, el peso colombiano se ubica en niveles superiores al 9%, y lo que es peor con tendencia al aumento.

Colombia y otros países de Latinoamérica, incluso referenciados por  tener economías fuertes, son receptores de los efectos de la política monetaria de Estados Unidos y de Europa; y estas condiciones externas indiscutiblemente comenzaron a incidir desde hace varios años en la tasa de cambio de las economías locales, repercutiendo seriamente en la competitividad de la producción nacional. En el caso nuestro, es ampliamente conocido el efecto nocivo sobre la industria manufacturera y sobre productos como: banano, café, flores, maíz, granos, aceite de palma, carne y leche.

El asunto alcanza síntomas de gravedad, si tenemos en cuenta que  en 12 días entra en plena vigencia el TLC con Estados Unidos, y si bien se contemplan exenciones impositivas en el libre mercado para los productos negociados, los exportadores llegan a competir en condiciones de debilidad, pues, de un lado,  han visto reducida la inversión y el crecimiento producto de la revaluación, y  del otro, cientos de hectáreas de productos agrícolas que proyectamos despachar hacia la despensa norteamericana, yacen bajo el agua, producto del inclemente invierno que nos azota. La apreciación de la moneda colombiana sumada al fenómeno climático, entregan un panorama realmente preocupante para la agricultura, pues con el dólar más barato, son más altos los volúmenes de productos agropecuarios que pueden ingresar al país.

Al complejo panorama anterior, debemos sumarle la preocupación que nos asiste, ante la posibilidad de que nuestra economía sea atacada por el mal holandés o enfermedad holandesa, es decir que el país experimente consecuencias dañinas a causa del crecimiento inesperado de nuestros ingresos en divisas, por cuenta de la dependencia de las exportaciones del sector minero. Estos flujos de capital impactan directamente la tasa de cambio y amenazan la industria nacional, lo que visiblemente la hace vulnerable para entrar en competencia. Es de anotar, que el año pasado cerca del 80 por ciento de la inversión extranjera llegó al sector minero energético y el país ocupó el quinto lugar en el mundo, donde más creció la inversión extranjera directa, llegando a 13.234 millones de dólares (aumento de 91,8 por ciento) y en lo que va del año el aumento ha sido a tasas superiores al 10 por ciento.

A medida que la revaluación se acentúa y crece la posibilidad de padecer el mal holandés, arrecian las críticas frente al gobierno y al Banco de la República por parte de quienes piensan que la medida para contener la devaluación de la divisa norteamericana,  específicamente mediante la compra de 20 millones de dólares diarios, es timorata e insuficiente. Desde la Comisión Tercera de Asuntos Económicos haremos un debate en la Plenaria del Senado para que el Banco de la República y el Ministro de Hacienda nos cuenten qué medidas adicionales se contemplan para darle estabilidad y manejo a la tasa de cambio y de qué forma se van proteger la producción agrícola y la industria nacional, para que nuestro país no pierda competitividad.