Por: Jorge Iván Díez Vélez
@JorgeDiezCGT
Julio 28 de 2020

En una muy buena conversación, con un gran amigo, le pregunté ¿el respeto a la diferencia y el derecho a la opinión, dan la libertad de hacer y decir lo que apetezca?, su respuesta, fue así de clara como ilustrativa, “no, Jesús nos mandó a ser mansos, no mensos”. Una clara alegoría, significando que debemos tener disciplina, pero de ninguna manera encubrir y aceptar, que se transgreda el derecho de todos al respeto, a no ser calumniados e injuriados, manipulados y agraviados.

Por naturaleza, todos los individuos somos diferentes, pensamos, interactuamos y tenemos comportamientos propios de nuestras creencias, valores y principios. Nos marca positiva o negativamente, nuestra huella genética, el entorno de una familia funcional o disfuncional, los aprendizajes tempranos, las relaciones inter e intrapersonales. Igualmente, incide en nuestro comportamiento, los dogmas, los cuales mal manejados pueden convertirse en erróneas corrientes, complejas de abandonar. Espiritualidades malinterpretadas nos pueden llevar a idealismos, orígenes propios del fervor y la ceguera; instintos, ajustados a algunas inclinaciones sectarias, características e inclinadas por creer en lo supuestamente correcto y se traducen en actitudes ofensivas, es decir, agresiones y ataques, contra quienes piensan, se comportan y actúan diferente.

Quienes se escudan tras el respeto por la diferencia y el derecho de opinión y utilizan estas como instrumento y arma de discusión, caen en una línea demasiado delgada, rayan con la honorabilidad y la verdad de muchas personas y se convierten en agentes de inestabilidad. Dejan de un lado el respeto, la coherencia, la reflexión, los argumentos responsables y las conversaciones productivas. Su estado emocional se trastorna, se nubla su buen juicio y su comportamiento es sistemático, siempre con la intención de perjudicar a su objetivo.

El derecho de opinión, debe estar estrechamente conectado con la objetividad, el apropiado raciocinio, el respeto por el otro, la bondad y la nobleza, el actuar heroico, no de valentía, sino de hidalguía. Como dijera Daniel Goleman en su libro la Inteligencia Emocional: “Las emociones son las ventanas del alma”. Quien opina solo desde las emociones y no con la mente racional, éstas le juegan una mala pasada. Las opiniones deben fundarse en el poder del propósito, el amor, el afecto y la compasión, esto no va en contravía del carácter y el rigor, al contrario, lo enriquecen.

El derecho a libertad de opinión, sin responsabilidad, nos lleva a la calumnia, la cual ataca a la verdad a través de la mentira. Frente a la sociedad, mata o hiere a una institución o persona, porque enloda su reputación. La calumnia es una defensa contra nuestra propia sensación de ineptitud e inseguridad. Rechaza la unidad, nos aparta y nos deja en soledad. La invitación es a desaprender rasgos rígidos, propios de nuestro hemisferio izquierdo cerebral, característicos en la ofensiva, la ambición y la competencia. Y, aprender, entrenar el hemisferio derecho del cerebro, rasgos de valores como el afecto, la compasión y la cooperación. Abracemos la diferencia y la libertad de opinión, pero en completa armonía con el respeto, honra y reputación de instituciones y personas. A dicha armonía y respeto, imposible renunciar.

Vicepresidente Nacional CGT
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