Gustavo Salazar

Por: Gustavo Salazar Pineda

Son muchos los factores y elementos que atentan contra el bienestar personal del ser humano.  Quizá no sean todos referenciados en estos pequeños ensayos acerca de la felicidad y sus enemigos y menguadores de lo que es la máxima aspiración de hombres y mujeres.   Muchos de los aquí mencionados son social y culturalmente aceptados y hasta tenidos como ideales en nuestras vidas.  Algunos de ellos por obvios no merecen mayores comentarios:   una mala salud, cuya máxima expresión es el dolor; una extrema fealdad y agobiante pobreza, no pueden jamás compaginar como una buena vida.

La escuela, la familia y la iglesia, que deberían ser instituciones educacionales promotoras de la felicidad humana, son por regla general, fuente de insatisfacción, tristeza y desdicha humanas. Especialmente en nuestro mundo occidental cristiano este trípode institucional ha servido para llevar infelicidad a millones de personas, pregoneras ellas de la dicha ultraterrena y después de la muerte, principalmente la iglesia católica hace que la felicidad en la tierra sea remplazada por una supuesta dicha y alegría celestiales.

Respecto al placer y su profunda satisfacción los defensores del catolicismo y el cristianismo, tienden a prohibirlo, bajo el rótulo infamante que la carne es un enemigo del hombre y que quien se entrega a la concupiscencia y satisfacción de la libido es un renegado pecador.  Cada una de ellas cumple la misión de educar a mujeres y hombres en la abstinencia sexual, el sexo dentro del matrimonio católico y la negación de una vida epicúrea o placentera.

Durante la niñez y la infancia las tres instituciones cumplen un rol o papel eminentemente detractor de la consecución y obtención de un bienestar individual.  En las etapas de la juventud y la madurez aparecen otros elementos y factores que afianzan los dictados y enseñanzas anti placenteras y pregoneras de la dicha que se obtiene a través del vínculo matrimonial convencional.

En entrevista reciente para una revista colombiana, el reconocido cantante Miguel Bosé, refrendó nuestro pensamiento respecto de lo vetusto y anticuado del matrimonio católico como forma ideal de emparejamiento y fuente de felicidad conyugal.  Los medios de comunicación escritos, hablados y televisivos se encargan de vendernos una falsa idea de lo que es el amor romántico. A través de canciones, obras de teatro, etc., nos presentan el amor como un abrevadero de felicidad.

Una connotada psicóloga francesa, afincada hace varias décadas en Colombia, escribió una excelente obra titulada Los estragos del amor, en la que prueba irrefutablemente que el amor que conduce a la felicidad, casi siempre aparece solo reflejado en las canciones tipo balada, bolero y de otro género y cómo también el amor feliz no tiene casi ocurrencia dentro de las institución matrimonial clásica.  No son pocos los sociólogos, psicólogos y escritores que contrariamente a los poetas consideran el amor romántico una locura pasajera.

El discurso amoroso de la balada y el bolero contiene profundamente un mensaje utópico o irrealizable.  Existe un tema musical exageradamente mentiroso en el cual se dice que “Si los muertos aman, después de muertos amarnos más”.  Lo fotonovela de la española Corín Tellado sirvió de educación sentimental equivocada e idealista de millones de mujeres iberoamericanas de varias generaciones.  Las radionovelas hicieron otro tanto durante varias décadas.  Las telenovelas mexicanas, venezolanas y colombianas matizadas de un amor ideal imposible y poco realista, han tenido igual discurso amargo durante muchos años.  Las rancheras mexicanas y los vallenatos colombianos han hecho su aporte idealista a esta clase de amor romántico y fugaz y que suele diluirse una vez adquirida la conquista amorosa o realizado el contrato matrimonial convencional. La otra cara de la felicidad amorosa la encontramos en la canción del despecho de tan amplia acogida en Colombia, donde Darío Gómez es su máximo exponente.

Florence Thomas demuestra en su estudio acerca del amor trágico que más de la mitad de las canciones balada hacen referencia a la ruptura y el desamor y solamente una pequeña parte alude al amor pasión y al amor feliz.  Ni qué decir que nueve de cada diez canciones amorosas son de tipo masculino y machista; el reggaetón es la máxima expresión antifeminista.

Varias son las razones por las cuales las perspectivas amorosas llevan al fracaso.  Enrique Rojas las resume:  divinizar el amor; hacer de la otra persona un absoluto; creer que la vida conyugal no necesita ser aprendida; ignorar que existen crisis de pareja y no conocerse a uno mismo antes que a la pareja.   Por ello es que para muchos el tener pareja e hijos les lleva a una vida infeliz.