Por: Augusto Posada Sánchez
El reciente atentado que sufrió el presidente del Concejo de Medellín pone el dedo en la llaga nuevamente de un problema que parece que no tener fin y al contrario todo indica que está creciendo. La inseguridad en la ciudad saltó todas las alarmas posibles, acaban de dispararle a una de las autoridades más importantes de la ciudad, recordando los mismos ataques que veíamos en los peores años del cartel de Medellín. Jóvenes que apuestan por la muerte como su medio de ganarse la vida.
Hace casi dos años en un debate en el Congreso de la República le dijimos al país que en Medellín estaba floreciendo nuevamente la violencia de este tipo de acciones, estaban formándose nuevas bandas criminales y la primera muestra de eso era el número de homicidios que iba en aumento. El alcalde Alonso Salazar y su secretario de gobierno dijeron que desconocíamos la realidad de la ciudad y que esa acusación no tenía fundamento.
¿Cuántas vidas se habrían ahorrado si el alcalde hubiera permitido concertar un trabajo en equipo para frenar esa ola de inseguridad?
Dos años después seguimos sin ver una acción contundente de parte de Alonso Salazar y su gobierno para terminar de una vez por todas esta situación que se salió de las manos. Cada que ocurre un acto como el lamentable atentado del presidente del Concejo, se oye la voz de la administración pero vuelve a callar cuando los medios bajan el volumen sobre el tema.