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El Club de la Prensa de Medellín, la Asociación Colombiana de Periodistas Deportivos –ACORD, Antioquia-, el Círculo de Periodistas y Comunicadores Sociales de Antioquia –CIPA- y el Círculo de Periodistas de Envigado –CIPE- se unieron entorno a la necesidad de reflexionar sobre el papel de los medios de comunicación y de los periodistas en días de crisis mundial causada por la pandemia del COVID-19, la cual ha puesto la humanidad en jaque. Especialmente,  ha evidenciado múltiples situaciones que ponen en riesgo la legitimidad y la credibilidad de uno de los derechos más preciados de todo ser humano en una sociedad democrática: el derecho a la información veraz y oportuna.

Estamos ante una sui generis realidad que nos obliga a hacer un alto en el camino, evaluar y reflexionar sobre ese rigor que exige nuestra profesión, la cual se ha visto afectada no solo por causa de la pandemia sino por un sinnúmero de hechos que a diario impactan la credibilidad del ejercicio periodístico.

Esa evidente pérdida de legitimidad, credibilidad y rigurosidad de los medios de comunicación y de opinión tradicionales, se suma hoy a la existencia de las redes sociales, con su inmensa capacidad de influir en las emociones, en las creencias, en los pensamientos, las opiniones y las decisiones de miles de usuarios, generando desinformación y caos, como el que hemos vivido a lo largo de este atípico año y que hoy, en medio del paro nacional, nos vuelve a recordar lo importante de hacer nuestro trabajo con la pasión por la verdad.

Con las redes sociales, a las cuales hay que reconocerles su capacidad de democratizar la información, permitir que muchos nos expresemos, pero al mismo tiempo generar desinformación, a través de las llamadas Fake News que tanto daño causan en algunos momentos contra las personas, las instituciones y tanto caos provocan en la sociedad, poco podemos hacer.

Sin embargo, la incertidumbre caracteriza estos tiempos tormentosos en los que la sociedad está expuesta a una situación inédita, pero mayor es cuando la información procede de muchísimas fuentes, y tiende a confundir el presente y a no permitir entender lo que depara el futuro.

Pero, no menos graves son las verdades a medias, aquellas que evaden y encubren lo verdaderamente importante para el ciudadano del común y, especialmente, para aquellos que se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad, y que no les permiten tomar decisiones ni acceder a beneficio alguno de cuenta de intereses particulares encubiertos.

Es ahí donde los medios de comunicación tradicionales, la radio, la prensa, la televisión, y aquellos medios virtuales que surgen gracias al avance de las nuevas tecnologías tienen la misión y el compromiso de informar de manera responsable, con el rigor de confrontar las fuentes, basado en los hechos y no en los supuestos o en las ideologías y los prejuicios personales. Es responsabilidad de nosotros los periodistas de profesión y de oficio, devolverles a nuestras audiencias la credibilidad y el respeto, y garantizarles su derecho a la información veraz, oportuna e imparcial.

La reflexión y el análisis deben llevarnos a comprender la importancia de un ejercicio basado en la ética, en los principios y en los valores inalienables de defensa por la vida, la libertad, los derechos fundamentales, los derechos al buen nombre, la intimidad, la diferencia y no discriminación. Y lo que, en algunos casos, aunque haya quienes lo consideren auto censura, exige de nuestra propia autorregulación.

No se trata de ser permisivos con la vulneración del derecho fundamental a la libertad de prensa, de opinión y de expresión. Es momento de preguntarnos en dónde nos hemos extralimitado, e incluso hemos perdido el sentido de humanidad, cuando nos convertimos en jueces, olvidando que el derecho constitucional que tiene la sociedad a la libertad de expresión y de opinión, no autoriza a violar otros

 derechos fundamentales de la sociedad, como los de la buena fe, la presunción de inocencia y el derecho fundamental al debido proceso.

Ese “periodismo crítico y fiscalizador mordaz”, necesario en un país catalogado como uno de los más corruptos del mundo, es el que esperan los ciudadanos ávidos de la defensa del erario. Pero si ese periodismo no es riguroso y responsable, terminará atentando contra la dignidad humana y destruyendo la credibilidad y la confianza de nuestro ejercicio periodístico.

Mónica González, integrante del Consejo Rector de la Fundación Gabo, dice que “el periodista debe ganarse el respeto de las audiencias con rigor y con verdad, con trabajo, sin agregar ceros a los robos, ni hechos turbios a los que sí acontecieron; sin agregar muertos, sin inventar torturas ni tener como objetivo botar presidentes, ministros o jefes militares o policiales; sin transar información por dinero…”

En este mismo sentido, nuestro recordado Javier Darío Restrepo, padre de la ética periodística en Latinoamérica, decía que el periodismo suele ser el último refugio de los sensatos: “en los tiempos de tentación autoritaria y de pérdida de la fe en las instituciones democráticas (…) Y aún en las épocas menos aciagas, la comunidad vuelve sus ojos hacia él en busca de respuestas responsables a problemas complejos”. Sin embargo, agregaba que cuando el periodista duda y no tiene una fuerte convicción sobre su qué hacer, porque actúa por fuera de los valores esenciales y universales de los que habla la ética, “tiende a invadir otros campos profesionales: actúa como juez y condena o absuelve porque quiere suplir la ineptitud o inoperancia de la justicia”.

Aunque el papel del periodista no es el de gobernar, el de legislar o impartir justicia, los que sí son elegidos o designados para hacerlo deben estar revestidos de la dignidad y la transparencia necesarias para cumplir con su función constitucional y legal de informar precisa, profusa y oportunamente a la sociedad sobre sus logros y sus acciones.

Es el periodismo el llamado a indagar, investigar la información que necesita la ciudadanía sobre el actuar de sus gobernantes, sus logros y sus fracasos serán los mismos de la sociedad. Un periodismo riguroso, serio, respetuoso, responsable “iluminado por la búsqueda de la verdad” es un factor determinante para el fortalecimiento de la democracia en cualquier sociedad.

El Papa Francisco ha hecho un llamado sobre la urgencia de tener un periodismo responsable, que piense permanentemente en el otro, en el ser humano, visto con sentimientos de humildad y desinterés, desprovistos de la actitud de jueces implacables. Se refiere a un periodismo empático con aquellos que no tienen voz.

El llamado que se hace a la responsabilidad periodística, en el sentido que no haya prejuicios y condenas a priori, no significa un pedido a la ingenuidad, a la debilidad o a la complicidad de “Laissez faire et laissez passer”, a sabiendas de que el interés común está amenazado permanentemente con comportamientos non sanctos.  Restrepo afirmaba que quizá era una utopía insistir en la urgencia de un “oficio” ejercido bajo el rigor de la ética periodística, pero que esforzarse en hacerlo -fundados en principios, valores y virtudes- debería ser nuestro sueño y nuestro compromiso.

El periodista tiene la obligación de averiguar la verdad de los hechos; los confronta y los verifica con fuentes distintas para alcanzar el principio de pluralidad y acercarse a la verdad; actúa con independencia y transparencia, pensando en las audiencias y en el bien común. Un periodismo que se ejerce con libertad y en libertad, es un periodismo respetuoso de los derechos humanos de los demás, que fortalece la democracia en la sociedad.