Por: Eugenio Prieto
“La protesta social ha sido sin duda uno de los más importantes mecanismos de expresión de la ciudadanía en América Latina y en el mundo”: senador Eugenio Prieto (Partido Liberal).
El pasado miércoles, los integrantes de las comisiones Sextas de Senado y Cámara de Representantes, en reunión con el Presidente de la República, Juan Manuel Santos, le solicitamos respetuosamente analizar la posibilidad de retirar el proyecto de ley de reforma a la educación superior, e iniciar un proceso de diálogo con los estudiantes y demás sectores académicos y sociales, que le permita al país avanzar en una ruta concertada hacia la necesaria reforma.
El Presidente Santos aceptó la propuesta, siempre y cuando se levante el paro y se aleje la posibilidad de cancelación del semestre lectivo que perjudicaría a cientos de miles de estudiantes. Ante esta posición sensata, muchos contradictores del Gobierno, trataron de pescar en río revuelto e incitaron a los estudiantes a no levantar el paro, con el falso argumento de que les harían “conejo”. El Presidente les salió al paso a los oportunistas y el viernes la Ministra de Educación, radicó la solicitud de retiro del proyecto en el Congreso de la República.
Nos asombra la crítica ligera del Ex vicepresidente Francisco Santos, en el sentido de que los estudiantes “le miden el aceite” al presidente Santos y que el Gobierno debería utilizar contra ellos “…el brazo de represión legal del Estado…”, se refería a que le metan voltios a los muchachos para reprimir su derecho al disenso, a la protesta. Aunque ya poco debe sorprendernos, nos parece increíble escuchar esta recelosa incitación a utilizar la picana para reprimir, del responsable durante ocho años de la política de derechos humanos en el país.
Aunque confiamos en la palabra del Presidente Santos y en el espíritu de unidad nacional que le ha propuesto y le viene trazando al país, pareciera ser que en este país muchas personas sólo comprendieran de pulsos, choques y confrontaciones y les parece imposible que exista un espíritu de diálogo y concertación que como sociedad civilizada privilegie la solución de conflictos y diferencias.
La protesta social ha sido sin duda uno de los más importantes mecanismos de expresión de la ciudadanía en América Latina y en el mundo, a través de esta que se han dinamizado grandes cambios en el sistema político y social. Valoramos la organización estudiantil que se fortaleció sin anarquía e invitamos a la participación mediante el diálogo franco para avanzar de la protesta a la propuesta.
Las condiciones de diálogo y construcción colectiva estimuladas por parte del Gobierno deben valorarse en su dimensión por los estudiantes y por los diferentes sectores y actores del sistema educativo. El real esfuerzo de cada una de las partes debe residir en encontrar puntos de articulación y de consenso, los cuales deben partir del hecho de que es necesaria e ineludible una reforma a la educación, acorde con los cambios políticos, sociales y económicos que se han configurado luego de casi 20 años de vigencia de la ley 30/92.
Si tenemos en cuenta que a lo largo de una década 3.226.213 bachilleres no ingresan a la educación superior o desertan de ella y que el crecimiento de la cobertura en el país ha sido bajo y ha estado centralizado, se hace evidente que uno de los asuntos centrales a tener en cuenta es la generación de condiciones equitativas de inclusión y acceso a la educación superior, garantizando pertinencia y calidad.
Muchas serán las propuestas que debemos analizar para lograr más inclusión, yo creo necesario, entre otras, garantizar pertinencia y calidad, ampliar la capacidad actual de la universidad pública subutilizada en gran parte del territorio en los horarios nocturnos; regionalizar aprovechando la capacidad instalada en los territorios, fortalecer la educación técnica y tecnológica y crear un nivel formal de educación para el empleo con reconocimiento académico.