Por: Luis Pérez Gutiérrez
La inteligencia competitiva es imprescindible en el gobierno de las ciudades. Toda ciudad tiene que competir hasta para que la gente se venga a vivir a ellas y para que los que viven en ella no se vayan. En el proceso de globalización contemporáneo, la migración de gente entre ciudades es intensa y nadie está condenado a vivir en la misma ciudad como ocurría antes. De ahí que las ciudades que quieran ser competitivas tienen la obligación de ofrecer cada vez mayores garantías para quienes buscan dónde vivir o dónde invertir.
Los mejores gobernantes del planeta trabajan en modelos de ciudad que sean atractivos al mundo. Seguridad Personal y familiar, seguridad jurídica y espacios de inversión, cero Atascos en el Tráfico, salud de alta calidad, infraestructura moderna, medio ambiente admirables y buena educación, son algunas de las cualidades que atraen.
Cada año, The Economist, Business Week, Mercer y otros hacen estudios anuales para descubrir las mejores 240 ciudades del mundo PARA VIVIR. Bogotá lánguidamente aparece en el puesto 202. Medellín, Cali, Barranquilla ni siquiera aparecen.
Las ciudades que continúan socavadas por la criminalidad tienen grandes dificultades para atraer a la mejor gente. Y aquellas con movilidad lenta y restrictiva también espantan a ciudadanos del mundo que buscan una ciudad para vivir.
Cuando los gobernantes no son capaces de hacer una ciudad para vivir, escogen el engañoso camino social de aparentar, de construir una ciudad para mostrar. Parece que no estamos preparando una ciudad para vivir sino una ciudad para mostrar.
La vanidad de los gobernantes es una peste para el bienestar de la gente. Medellín está cayendo en manos de la vanidad inútil.
Una ciudad en agonía, en manos de los combos, sin autoridad, con los bandidos paseándose por toda la ciudad, a sus anchas. Una ciudad con más de 700 casas de vicio u “ollas” y con más de 15 “casas del terror” donde extorsionan, torturan y asesinan. Una ciudad donde territorios enteros están en manos de ilegales, y con el gobierno de los ilegales. Una ciudad donde transportadores, comerciantes, residentes tienen que pagar vacunas a bandidos para sobrevivir. Un Centro de la Ciudad en manos de la ilegalidad donde a las autoridades les miedo actuar. Y un manto de criminalidad que cubre la ciudad y que no es objeto de este escrito.
Y ante una ciudadanía desesperada y azotada por la criminalidad, que ya no aguanta más, el Alcalde Aníbal Gaviria sintetiza el problema de la inseguridad como “algunos brotes de violencia” urbanos. Una autoridad o un ciudadano que defina la alta criminalidad de Medellín como de “algunos brotes de violencia” es una insensatez inaceptable. La ciudad agoniza y su alcalde no lo sabe.
Peor lo peor: La Alcaldía quiere hacer invisibles los problemas. Hace poco una periodista de Hora Trece preguntó al Alcalde qué solución se le daría a la inseguridad de los taxistas que los están matando. Airado regaña a la periodista: “Usted siempre haciendo preguntas que hagan quedar mal la ciudad!”
Se gastaron miles de millones de pesos públicos para patrocinar la venida de Maddona. La Alcaldía llegó a decir que lo más importante del progreso de la ciudad era que Madonna viniese a Medellín. Vino Maddona y desde su twitter el hijo de Maddona trinaba a todo el mundo “Estamos en la capital mundial de la Cocaína”. Eso ni lo comentaron en la Alcaldía. Se pagó para avergonzar la ciudad.
Y así lo más importante es tratar de hacer una ciudad para mostrar y no para vivir. No importa si atracan a la gente. No importan si los ilegales gobiernan zonas enteras de la ciudad. No importa si el tráfico es enloquecedor. No importa si los niños no van a la escuela por orden de los violentos. No importa si las bandas son los dueños de la economía barrial. Lo importantes es la vanidad del gobernante: Una ciudad para mostrar y no una ciudad para vivir.