Por: Jaime Jaramillo Panesso
¿Qué es un lagarto en el lenguaje coloquial de los colombianos? Un lagarto es aquel individuo (o “individua”, como diría Nicolás Maduro) que mediante intrigas personales o por intermedio de amigos, subalternos o agencias contratadas de relaciones públicas, obtiene premios, condecoraciones, menciones de honor, diplomas de universidades “honoris causa” en materias o conocimientos de los cuales adolece el homenajeado, medallas doradas de clubes desconocidos que lo condecoran como insigne caballero socio honorario, bandas pectorales concedidas por su aporte a la felicidad de su pueblo, escudos de oro en honor a sus obras completas de pensamiento filosófico o administrativo en lo público, corona de laureles en fina plata y oro blanco por sus logros deportivos en pisingaña y trique, pergamino en piel de cabrito sagrado por su campeonato en el juego de póker, orden gran arriero concedida por la ONG “la enjalma” mullida.
El mundo está plagado de estos personajes que viajan buscado el “dorado” como un pirata en la época de Drake. El personaje colombiano tiene previamente calculado el mercado de homenajes y condecoraciones a la vista de su séquito que lo aplaudirá hasta enrojecer las palmas de las manos. Para eso los llevaron en el avión presidencial, Fuerza Aérea Colombiana No. 1, con equipos sofisticados, bar abierto, pasabocas a gusto, almendras almibaradas y dátiles de los Emiratos Árabes Unidos.
Obviamente un puesto especial está destinado al fotógrafo oficial de la Casa de Palacio, mientras las cámaras de TV las aportan los canales de este medio que lagartea su viaje a cubrir los hechos trascendentales del largo lagarto blanco con ojos desmesurados y tarjeta de crédito oficial.
La lagartería no es un estado del alma sino el alma de un estado ocupado por un lagarto endémico y cantinflórico, un habitante con un pasado de haber estudiado un curso completo de lagarterìa durante varios años por cuenta de la Federación de Cafeteros Ilustrados en el Reino Unido, que también llaman Gran Bretaña, donde reina una Señora que alquila piezas a los lagartos, en el palacio de Buckingham.
Un poeta cubano, negro y comunista, Nicolás Guillén, escribió un verso precioso refiriéndose a su isla patria como “un largo lagarto verde, con ojos de piedra y agua”. Nuestro lagarto de tierra firme manda en un país que también tiene lindes con el mar Caribe, no se le parece al descripto. El nuestro es un dandy que se inventó una paz con el socio Raúl Castro, y ha recorrido el planeta entero con este juguete marcial dentro de una botella de vidrio trasparente, con el cual ha obtenido el título de Lagarto Mayor, con el aval de la ONU y de un loquito de amarrar que oficia como Roy de las Barreras de caballos.
El país no tendrá cómo pagarle al Gran Lagarto. Todos los honores le han sido otorgados en la ciénaga de los intrigantes internacionales de los cuales él es el rey. Por eso los maestros colombianos ha tenido que ir a la huelga para que el Ministerio de Educación incluya en el pensum, la enseñanza de lo que es un lagarto, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española:”Lagarto,ta.(del latín lagartus) Reptil terrestre del orden de los saurios, 50 a 80 centímetros de largo, de agudos dientes, cuerpo alargado, casi cilíndrico, cola larga y cónica, cuatro patas cortas, cada una con cinco dedos armados con fuertes uñas y la piel cubierta de escamas.” Viéndolo bien, no está mal el parecido.