Por: Eugenio Prieto Soto                                                              

Durante esta semana, gran parte de los analistas de opinión han dedicado sus espacios a las consultas populares del domingo 27 de septiembre. Son tantas sus lecciones que bien justifican la abundancia de perspectivas con que se les aborda. El liberalismo sí que tiene un mandato que recoger y aprendizajes que asumir.

La lección más importante de la jornada la ofrecieron los 240 mil votantes por Aníbal Gaviria Correa. Su confianza en nuevos dirigentes, con agenda renovada, prácticas frescas y discursos propositivos es manifestación de la vigencia del liberalismo. También y esa es una de sus lecciones trascendentales, de una demanda de modernización y transparencia de sus desgastadas acciones y líderes.

Contrario a la percepción de fracaso que algunos le dan a la la consulta popular liberal, alrededor de un millón trescientos mil votos depositados en este proceso interno, representan una importante base que sustenta un proyecto de apertura, inclusión y transformación liberal, con la que es posible trabajar en pro del crecimiento y modernización del Partido desde sus simpatizantes, quienes han de convertirse en militancia activa, en ciudadanía constructora de país. A pesar de esto, considero que el liberalismo cometió gravísimos errores que ni pueden ser pasados por alto ni se pueden repetir, el reconocimiento de esos errores debe ayudarnos a redefinir la campaña que comienza y el futuro cercano. 

Quiero decirlo con respeto, pero la Dirección Nacional Liberal –DNL- se equivocó al generar expectativas superiores a los dos millones de votos, al permitir la relegitimación de líderes enjuiciados por graves delitos contra el bien público y con la difusión y promoción de la Consulta. En este último aspecto, la tardía, poca o casi nula publicidad que realizó, no interpretó para nada el alma del pueblo liberal, que estaba esperando del Partido propuestas profundas sobre las reformas que el país requiere con urgencia en lo económico, en lo social.  

Las propuestas del Partido en las campañas no pueden ser única y exclusivamente las de criticar absolutamente todo lo realizado por el Gobierno o por el presidente Uribe. Muchos no estamos de acuerdo con el trámite del Referendo por múltiples razones, entre ellas el respeto a nuestra Constitución y, aunque tenemos diferencias con la política de seguridad democrática, reconocemos su importancia para el país y destacamos la confianza que en el presidente Uribe tienen los ciudadanos. Hacer anti-uribismo y anti reelección era alejar a los ciudadanos de las urnas, y a fe que se consiguió con eficacia.  

Rafael Pardo ha recibido varios mandatos que tiene que escuchar con dedicación antes de correr a buscar una coalición con el doctor Germán Vargas, el mismo que hace ocho años tiró las puertas del Partido para irse a  una aventura equívoca, en la que abundaron los desaciertos y las alianzas dudosas. Contrario al llamado de los votantes liberales porque el Partido haga una propuesta propia al electorado nacional, el doctor Pardo no puede estar dispuesto a rendirse a las exigencias del senador de Cambio Radical, en un proceso unipersonal que no interpreta a muchos de los que participamos en la consulta. 

El liberalismo ha dado ejemplo en la historia política nacional por la coherencia de sus acciones, desde principios de respeto por la cosa pública y el bien común, en este sentido, alrededor de propuestas de transformación social, aceptamos la posibilidad de una coalición, no contra nada ni contra nadie sino a favor de las reformas que requiere el país, siempre que ésta resulte de una consulta interpartidista, con todos o con la gran mayoría de los aspirantes que representan una opción para el liberalismo, el doctor Sergio Fajardo, los Tres Mosqueteros, e inclusive el candidato Petro. Estaremos atentos al camino que opte el doctor Pardo, a quien esperamos ver en la posición de líder que el Partido le ha delegado.  

En las direcciones territoriales han pasado cosas importantes. Los antioqueños dieron un viraje a la colectividad, que se debe traducir en la renovación de las costumbres políticas, en la dirección regional y en la agenda para los municipios y el Departamento. Lección ciudadana contundente en las urnas para algunos dirigentes que habían alejado el partido de las bases, lo encerraron y sometieron al clientelismo y hoy en su egocentrismo y soberbia se niegan a aceptar lo ocurrido en la consulta, tratando de justificar el resultado con interpretaciones insultantes llenas de oprobio, pretendiendo desconocer la legitimidad y el mensaje del nuevo mapa político liberal en Antioquia, que expresa el llamado ciudadano al cambio, a la participación, a la renovación. 

El país reconoce hoy la política como necesaria para su desarrollo. Sin embargo, ha manifestado por todas las formas su hastío con las mañas del clientelismo y la corrupción. El Partido Liberal tiene que convencerlos con hechos de que ha hecho de la ética su principio fundamental de acción pública. Si nos atenemos a la sentencia del ex presidente López Pumarejo, de que el meridiano de la política pasa por Antioquia, tenemos razones de sobra para confiar en que el liberalismo se sacude y comienza a transformarse desde lo más profundo de sí. Y es grato sentir que ello sucede.