Por: Alfaro García

“De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. Jorge Luis Borges

El 59% de los colombianos no lee libros, resalta una encuesta realizada en las 13 ciudades principales del país. Y como dicen algunos expertos, “si la muestra aumentara en más municipios, la cifra de colombianos que no lee, sería mayor”.

 

De las 385 librerías que existen actualmente en Colombia, casi la mitad se encuentra en Bogotá, y el otro 50% en ciudades como Medellín y Cali. Teniendo en cuenta que son 1.102 los municipios colombianos, son demasiados los municipios que no tienen una librería.

De lo anterior se desprende que la lectura en Colombia es baja: de los que sí leen, hay un promedio de dos libros al año por persona, muy poco comparado con países como los Estados Unidos, la Unión Europea, Argentina y México, donde el promedio de libros que leen es superior a cuatro ó más publicaciones por persona al año.

Colombia cuenta con un sistema nacional de bibliotecas débiles y precarias, comparado con países de América Latina, de lo cual se deduce que la lectura como fuente de conocimiento, entretenimiento y cultura de cualquier sociedad, en nuestro país es baja.

El Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas del Gobierno Nacional busca desde 2009 redefinir la política pública de lectura en varios componentes con una inversión pública considerable:

– Fortalecimiento de las bibliotecas públicas

– Formación, promoción y fomento de la lectura

– Ampliación de sistemas de producción y circulación de libros

– Seguimiento y evaluación de la red nacional de bibliotecas públicas

– Comunicación y medios

– Banco de experiencias exitosas

 

De este modo, se busca el fortalecimiento de las bibliotecas y la lectura en el país.

 

Pero el objetivo se alcanzará integralmente si el compromiso se extiende hacia el fomento de la lectura en la educación básica primaria y secundaria.

 

Es necesario que la promoción de la lectura en los futuros ciudadanos haga parte del eje curricular de los proyectos educativos institucionales, tanto en los establecimientos educativos públicos como privados. El proceso no es completo, no obstante las grandes inversiones, si en los programas curriculares de nuestros colegios no se promociona y se fomenta la lectura en la población de niños, adolescentes y jóvenes en edades entre los 5 y los 17 años.

 

Si no existe una política pública para generar pedagógica y cultural mediante la lectura de libros en la población menor de edad, el Plan Nacional de Lectura y Bibliotecas no tiene sentido.

La lectura en los colegios debe tener metodologías de enseñanza para que nuestros hijos vean la lectura de “Cien años de soledad”, por ejemplo, no como una obligación aburrida para ganar la materia de Lengua Castellana y Literatura, sino como una lectura amena, divertida y fácil de comprender, que permite aumentar el nivel de disfrute, conocimiento y cultura.

El mejor avance para nuestra sociedad es que nuestros hijos vean en el libro una fuente permanente de conocimiento, entretenimiento y aprendizaje; una fuente en la que nos acostumbremos a “beber”, aún después de terminado el período de formación académica en el colegio y en la universidad.

 

La promoción de la lectura no debe tener nichos de edad específicos. Debe hacerse en la niñez, la pubertad, la adolescencia, la juventud y la edad adulta. Sólo así podremos hablar de un presente y un futuro más reflexivo, crítico y productivo.

¡Qué mejor que la política pública de lectura y bibliotecas sea liderada por el Gobierno Nacional, las gobernaciones y las Alcaldías, coordinados con las instituciones educativas, librerías, editoriales y bibliotecas! Por supuesto, sin olvidar la familia como eje principal en el que los niños aprenden los parámetros de su comportamiento cultural: así como en la familia aprenden a hablar, en la familia deben aprender a sacarle el gusto a la lectura.

 

Recordemos que la responsabilidad educativa y cultural no es solamente de la escuela. Pero una nueva mentalidad, cruzada por la lectura, depende de la existencia de una verdadera política pública que sea capaz de interiorizar en los colombianos la pasión por el saber, que es posible saciar con la lectura.