¡PLOP, CANNABIS!

Por: Francisco Galvis Ramos

Días precedentes al Conclave viene a saber algo, y muy por encima, del cardenal de la iglesia romana Jorge Mario Bergoglio, no obstante haberlo tenido por vecino por tantos años, como que era el Arzobispo de Buenos Aires. Eso suele pasar cuando uno no se interesa por la vida y milagros del prójimo adyacente. Yo, por ejemplo, nada sé del señor que vive a mi lado y bien podría tratarse de un jeque kuwaití, y yo sin saberlo. ¡Mala cosa!

Ya asomado en el Balcón del Ángelus vinieron a mi recuerdos pertinaces: un cierto parecido a Pío XII; la bonhomía del papa bueno Juan XXIII; la sonrisa profunda de Juan Pablo I; la apoteosis de Juan Pablo II el grande y, oyéndolo, la profundidad de Ratzinger, pero en términos sencillos al alcance de letrados e iletrados. Un discurso acompañado de excelente expresión corporal.

Desde la primera aparición, el Papa Francisco registró su marca ante el mundo.

Se ha dicho de él que es resuelto y firme y de ello dió muestra en el caso de cierto purpurado encubridor de pedófilos, a quien mandó cerrarle las puertas de la Basílica de Santa María La Mayor. ¡No contemporiza!

No obstante, esa resolución y esa firmeza viene acompañada de “… la suavidad del agua en calma…” y de ello tiene antecedentes, como dan cuenta las semblanzas que se han publicado.

Y ya se insinúa como el paladín de la cristiandad que los tiempos reclaman, como si pensará en aquella prédica alucinante del Abate Pierre, el apóstol de los desheredados de París, que escandalizó a la acomodada burguesía con aquella proclama: “al hombre, antes de hablarle de lo que lleva adentro, hay que llenarle el estómago”.

De ahí que el Hermano Francisco seduzca con su mágico alegato por los pobres de este mundo y por ahí derecho con su sencillez personal y la simplicidad de sus palabras, que son como el repudio por el boato del ceremonial y la ampulosidad de ciertos ‘sabios’. Solo las almas grandes alcanzan semejante altura y reposo.

El Espíritu Santo otra vez obró maravillas en el cuerpo elector.

Este varón de virtudes viene formado en la escuela jesuítica, ante todo escuela de líderes, y eso son palabras mayores y, quien lo quiera comprender mejor, léase el libro “el liderazgo al estilo de los jesuitas”, cuyo autor no recuerdo, y que anda extraviado en el desorden de mis libros. Habré de encontrarlo porque me entró el afán de volver sobre el.

Deseándolo con el pensamiento, anhelo que el Hermano Francisco sea a América Latina lo que fue a la democracia europea el Papa Wojtyla quien, con su solo verbo y formidable presencia, derrumbó cortinas de hierro y regímenes perversos. Algunos Sumos Pontífices, al igual que Mohatmas Gandhi y el Dalai Lama, han sido políticos arrolladores. Políticos en el mejor sentido de la expresión.

Esta frase en Twitter podría constituir el resumen de la misión de Francisco: “el verdadero poder es el servicio. El Papa ha de servir a todos, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños.”

El Hermano Francisco, en nombre de Jesucristo, relanzó las redes. ¡Habrá  pesca abundante!

Tiro al aire: podría ser que a estas alturas unos cuantos presidentes latinoamericanos estén sintiendo las barbas en remojo.