Por: Jorge Enrique Vélez G.

Con la renuncia del secretario de gobierno, Jesús María Ramírez, motivada por las cifras presentadas por la última encuesta del programa 'Medellín Cómo Vamos', ha quedado claro y muy evidente, hasta para aquellos que aún le concedían el beneficio de la duda al alcalde de Medellín en cuanto a la inexistencia de una política de seguridad para la ciudad, que no hay ni las condiciones ni la disposición necesaria de parte de la administración para garantizar seguridad a la ciudadanía de la capital de la montaña.

No es suficiente con el retiro de Ramírez de la cartera de gobierno, la cuestión es más de fondo, Medellín requiere de un alcalde que se tome en serio la seguridad de la ciudad, que exija y muestre resultados, se necesita una verdadera estrategia en materia de orden público para garantizar calidad de vida, porque, según Salazar en el plan de desarrollo hay muchos proyectos, pero al parecer todos de papel.

El secretario saliente jamás pudo transmitir una idea coherente al respecto, quizá por desconocimiento, desinterés  o incapacidad para tratar el tema. ¡Vaya uno a saber! El tardío reconocimiento de su ineficacia ante el manejo del principal problema que aqueja a nuestra Medellín, la inseguridad, le resta valor a su decisión de separarse del cargo.

Los bandazos que se han dado entre los toques de queda, la restricción al porte de armas o al parrillero en las motos, contrastan con la libertad de actuar de los grupos criminales, como hace poco lo observamos en el sepelio de un miembro del clan de los “Triana”. Uno de los datos más reveladores de “Medellín, cómo vamos” es que mientras en el año anterior un 72 % de los habitantes se sentía seguro en la ciudad, en lo que va corrido del 2009 se redujo esa cifra dramáticamente a un 49 %.

Mucha expectativa y esperanza se tenía con Alonso Salazar, quien ha forjado su vida profesional estudiando los problemas de la ciudad y se hizo célebre con los análisis que realizó de la violencia local. Cualquier problema podía quedarle grande, menos este, que es el campo fecundo de sus mayores méritos y del cual ha sacado los mejores logros para su vida, hasta llegar a convertirse en el alcalde de Medellín.

Los comentarios del nuevo secretario de gobierno acerca del problema de seguridad, lejos de ofrecer tranquilidad y confianza a la ciudadanía nos llenan de incertidumbre. Según el periódico El Colombiano (sep. 24/09) Juan Diego Vélez, en su primer día de trabajo, presentándose como negociador afirmó: "Nunca he trabajado con la mano dura, no creo que esa sea la forma de tratar temas y fenómenos sociales. Las medidas son producto de concertaciones con las comunidades".

Sus declaraciones contrastan con lo que hace pocos días, en su imposible defensa, tanto el alcalde como el secretario saliente, señalaron, ellos acusan al gobierno nacional, al reacomodo de los grupos criminales, a la falta de policías, a los motociclistas, a los portadores de armas, a las desmovilizaciones, a la captura de los capos, etc. de ser los responsables del deterioro de la tranquilidad en Medellín. Y para superar todas estas dificultades pedían el aumento de pie de fuerza, restricciones, captura de criminales, es fin, una cantidad de medidas que se tomaron todas en la política de la mano dura.

Entonces, llega Vélez Maya con un planteamiento diferente al del alcalde, ¡Que se pongan de acuerdo, acá no se puede improvisar!, porque Salazar ha venido afirmando que su gobierno ha hecho lo necesario y lo adecuado para atender el problema de seguridad de los medellinenses.

Renunció Ramírez pero el problema no estaba ahí. ¿Faltará alguien por renunciar?