Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría
“Reforma tributaria: dura, pero necesaria”; “Una reforma impopular pero razonable”; “Bienvenida la reforma”, eran los títulos de editoriales y columnas que se podían leer el domingo pasado en los principales matutinos de Colombia, apoyando casi de manera incondicional la propuesta gubernamental de imponer una mayor carga tributaria a los colombianos al paso que se la alivianan al sector empresarial. Son varias las razones aducidas por los defensores de la reforma: el hueco fiscal de 30 billones de pesos que se dejaron de percibir por los bajos precios del petróleo, y que dejaría muy mal parada a Colombia frente a organismos internacionales como el Banco Mundial. Estos motivos la hacen necesaria.
Lógicamente los sectores obsecuentes al gobierno como congresistas beneficiarios de la mermelada, a los que no les importa sino la burocracia y nada el bienestar de sus electores y periodistas que se volvieron defensores de oficio del ejecutivo y los principales voceros de las políticas de éste, gran ayuda para un gobierno que no ha sabido promocionar sus logros, han salido a defender a capa y espada la mencionada reforma. Los empresarios, es entendible que la defiendan, son los principales beneficiados.
Las cifras proyectadas a recaudar evidentemente le convienen al gobierno, como cuando dice que el incremento de los impuestos a los cigarrillos y a las bebidas azucaradas permitirá que ingresen 500.000 millones de pesos adicionales al sector de la salud.
Un ciudadano común y corriente no debiera en principio oponerse a una reforma tributaria que claramente se tiene que hacer para que las finanzas públicas no se desplomen y se puedan ejecutar las políticas del Estado, entre las que se encuentran las que claramente tienen una orientación social. No obstante, en un asunto que involucra prácticamente a todos los colombianos no pueden soslayarse varios aspectos. Nadie discute que la principal fuente de ingresos de un país estriba en los impuestos que por una u otra razón los habitantes pagan, pero lo que desearían esos contribuyentes es que esos impuestos se reviertan en la debía proporción a los sectores sociales que más necesitan del Estado, sin que ello signifique políticas asistencialistas, pero lo que es claro es que eso en Colombia no sucede y mucha de esa tributación va a parar a los bolsillos de corruptos, lo que de entrada le quita las ganas a cualquiera de apoyarla y, desde luego, de pagar más impuestos. No es sino pensar en los 500.000 millones adicionales que van a ingresar al sector salud, cuando todo el mundo en nuestro país sabe qué ha pasado en ese sector, deben estar frotándose las manos quienes han hecho fortuna en este ramo, porque aquí se cumple inexorablemente la ecuación: más recursos, más corrupción.
Un asunto que merece analizarse con detenimiento es el incremento del IVA del 16% al19%, y como si esto fuera poco se van a gravar productos de la canasta familiar de los colombianos, así el ministro de Hacienda salga a decir que no, con lo cual los que más van a sufrir con la reforma, como ocurre siempre, son los que menos ganan.
A quienes defienden denodadamente esta reforma los quiero ver en diciembre de este año y en enero del 2017 defendiendo el alza, y ojalá considerable, del salario de la mayoría de los colombianos, manifestando, como lo hacen ahora, que se hace necesario un incremento importante.
Otro desacierto de la propuesta es penalizar la evasión de impuestos, así esté dirigida la penalización a sectores pudientes, dado que se trata de patrimonios muy considerables, que pocos tienen en Colombia, pretender resolver con cárcel lo que no se ha resuelto de otra manera, es coger el atajo más fácil y abiertamente contradictorio con leyes que se han expedido el último año que privilegian el derecho a la libertad, como también con una ambiciosa reforma que a instancias del Ministro de Justicia se acaba de presentar en el congreso con miras a conseguir la excarcelación de miles de detenidos.
El día que en Colombia (que dudo que llegue) los impuestos sean invertidos como se debe, que hayan más controles y sanciones para los corruptos, nos animaremos a pagar más impuestos.