Por: Eduardo Aristizábal Peláez
Los técnicos de fútbol en Colombia están como nosotros los periodistas, desprotegidos para el ejercicio de la actividad, pues ni la Constitución, y menos las leyes, nos dan la calidad de profesionales.
Así como cualquier persona puede ejercer la función de periodista, cualquier persona puede ser técnico de fútbol en nuestro país, independiente de la categoría: infantil, juvenil, mayores, profesionales. Es decir, cualquier bárbaro, muchas veces homosexual, puede dirigir un grupo de niños y en Colombia, no pasa nada.
Contrasta lo anterior con respetables actividades que en nuestro criterio no creemos que alcancen el nivel profesional, pues tienen más el perfil de oficio, como la de bombero, Ley 1575, articulo 46 de agosto del 2012 que habla de la profesionalización y la de agente de tránsito, Ley 1310, artículo 3 de 209 que considera profesional, dicha actividad.
En el fútbol colombiano los representantes de los equipos cohonestan con esa situación, graduando técnicos, con relativos conocimientos tácticos, sin capacidad didáctica, poca educación, pobres culturalmente, y grandes limitaciones en su capacidad de comunicarse y a veces les suena la flauta, pero desprecian verdaderos técnicos, algunos de ellos con formación académica, experiencia y trayectoria, porque son más costosos y no se dejan presionar.
Respetamos y admiramos a muchos técnicos empíricos, en Colombia y en el mundo, pero si es hora de normatizar la actividad para evitar aquello que, se acuesta futbolista y amanece técnico y a los pocos días aparece como asistentes, si no es que fungen como técnicos titulares, inclusive en equipos importantes. Basta hacer un simple ejercicio, mirar los cuerpos técnicos actuales en el fútbol profesional colombiano.
¡Ah! Y qué decir de los técnicos que paralelamente cumplen actividades como técnicos y opinan como comentarista de planta en los medios de comunicación, sin excluir a aquellos que solapadamente cumplen funciones de empresarios. ¡Qué horror!
Hacemos un llamado desde ésta tribuna a las organizaciones serias de técnicos, si las hay, para que presenten un proyecto de profesionalización bien juicioso al legislativo y que la Federación Colombiana de Fútbol, Dimayor y Difutbol respalden esa idea, antes de que la Corte Constitucional se pronuncie y siente jurisprudencia declarando la actividad de técnico de fútbol como un oficio y abra las puertas a cuanto negociante aficionado, ejerza, sin ninguna profundidad, ni capacidad didáctica.