Foto: ACORE Colombia

Esta vez le tocó a la derecha. “El desquite”, pensarán algunos, aún molidos de la “paliza” mediática sufrida al principio de la semana por cuenta de “la vieja esta”, expresión que se le salió al Presidente de la República, refiriéndose a la senadora Aida Abella.  

Esta vez “el papallazo” lo dio el Alcalde de Medellín con una carta que le envió al Embajador de Cuba en Colombia, pidiendo la ayuda de una brigada médica con la capacidad de atender 600 unidades de Cuidados Intensivos, para enfrentar la pandemia del Covid-19, con la oferta por parte de la Alcaldía de recursos “necesarios para el traslado y estancia en la ciudad”.

Lo ideal sería que los usuarios de Tweeter y posteriores lectores, oyentes y televidentes de la polémica, ampliada en los medios informativos y de opinión tradicionales, obtuvieran réditos de la crítica mordaz: aprendizaje contra una expresión irrespetuosa; posición informada y argumentada contra una decisión presumiblemente equivocada o, en general, claridad sin sesgos alrededor de una afirmación, negación, acción u omisión de un personaje público.  

Lo lamentable es que ese no es, la mayoría de las veces, el propósito del señalamiento: el objetivo no es la crítica constructiva.  

El problema es el oportunismo político y el caldo de cultivo que ofrece el resentimiento social, alimentado de forma populista por todos los movimientos, partidos y sectores políticos, sociales, alternativos, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha.

En todos los puntos del espacio que recorre el péndulo político, desde lo más extremo en la derecha hasta lo más extremo en la izquierda, hay expertos populistas acostumbrados a utilizar el “estómago” de “los contribuyentes”, de “los dueños del erario”, de “los pobres que ganan un salario o menos mientras los otros ganan más” y toda clase de expresiones con las que llegan fácilmente a la amígdala cerebral que maneja las emociones más irracionales del ser humano.

De un lado y del otro, desde que la polarización política logró dividir a la opinión pública y ubicarla en extremos opuestos, la razón ha sido apabullada por la emotividad que muy bien saben utilizar los populistas de un lado y del otro, estimulando de manera oportunista, a través de las redes sociales, jaurías irracionales y dañinas.

Dos extremos igualmente dañinos y peligrosos, porque ninguno puede negar el daño que hace cuando tiene la oportunidad de zaherir y vituperar. Y ninguno puede negar el daño que sufre cuando es zaherido y vituperado.

Todos deben saber el flaco favor que le prestan a la construcción de una sociedad mejor, con su postura oportunista y egoísta.

Los partidos, movimientos y sectores políticos, sociales, alternativos, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, no permitirán el fortalecimiento de la democracia mientras el disenso y el debate estén alejados de argumentos razonables y cruzados por odios.