Francisco Galvis

Por: Francisco Galvis Ramos

Más costosa que la voladura de oleoductos, nos resulta a los colombianos la dinamita que el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC despachan sobre la Constitución en su loca carrera por adecuarla a las necesidades de unos acuerdos que el pueblo sigue rechazando (a juzgar por los resultados de las encuestas) y cuyo contenido íntegro (tiene partes secretas se ha dicho) apenas si conocen quienes estuvieron en La Habana en la idílica negociación.

A estas horas la mamertería bogotana en pleno se rasga las vestiduras por lo que sería el contenido de una sentencia de la Corte Constitucional, cuyo texto nadie conoce salvo los magistrados, que a juzgar por el comunicado de prensa que la anunció, comportaría una muy tibia morigeración de las cargas explosivas que le han despachado a la Carta Política a través de sucesivos misiles tipo fast track.

El gobierno de las FARC anda apurado, como si padeciera de un corre que te alcanza con cólico miserere incluido, y no supiera que de la carreras no queda sino el cansancio, para lo que no le han faltado turiferarios de variada índole, incluidas algunas connotadas raposas jurídicas (como es el caso del abogado Henao y el advenedizo chapetón Enrique Santiago), articulistas bien pagados con gordos contratos de prestación de servicios y locutores, cada vez menos, que a duras penas hilan remedos de razonamientos jurídicos.

Que la Corte tenga que declarar que el Congreso no es el Notario del presidente ni de nadie, es de entrada una enormidad. De aquí en adelante, si desean apretarse más la soga será asunto de los señores congresistas de tarasca abierta a todo lo que sea mermelada, y que la Corte ya no ejerza (al menos esta vez) la guarda de la Constitución sin tener en cuenta halagos y sinecuras, es ya un logro que le devuelve a la mortalmente herida democracia, al menos sobre el papel, la separación de poderes, fundamento inamovible se su existencia.

Hay que repudiar la costumbre de la Corte de anticipar los fallos mediante comunicados de prensa, cuando lo que les procede es que los publiquen en su integridad una vez firmados (expedidos) y no antes.

Tiro al aire: nadie, que se sepa, es enemigo de la Paz. Lo que se discute es el cómo se implementa. ¡No atropellen!