El Concejo de Medellín me otorgó la distinción “Orden al Mérito Don Juan del Corral” en grado plata, por 30 años de trayectoria profesional en el Periodismo, en ceremonia que se llevó a cabo este jueves, 28 de marzo de 2019, en el recinto de la Corporación.

El reconocimiento fue una iniciativa de la bancada del Partido de la U, integrada por los concejales Jesús Aníbal Echeverri, Ramón Emilio Acevedo y Manuel Alejandro Moreno, a la cual adhirieron la bancada del Movimiento “Creemos”, integrada por Daniela Maturana y Daniel Carvalho; además de los concejales Nataly Vélez y María Paulina Aguinaga, de Centro Democrático; Fabio Humberto Rivera, del Partido Liberal; Jaime Roberto Cuartas, del Partido Alianza Verde; Ricardo León Yepes, de Cambio Radical; Luz María Múnera, del Polo Democrático Alternativo; y Santiago Jaramillo Botero. La plenaria del Concejo de Medellín aprobó otorgar la distinción.

Les agradezco infinitamente al Concejo de Medellín y a todos los que se alegraron de este reconocimiento por la labor periodística que empezó hace 30 años en Coopercolt, la primera Cooperativa de Producción y Trabajo de Periodistas de Colombia.

Recuerdo cuando caminaba por los corredores de la Cooperativa, pensando sólo en las clases de guitarra y en los partidos de fútbol, que eran mi relación más estrecha con Coopercolt. De vez en cuando, un video para el SENA, donde me quedé haciendo videos educativos, dizque por la fuerza, el contenido y el tonito social, según Silvia Montoya, mi primera Jefe inmediata.

Pero un día, se me atravesó Luis Alirio Calle, el director del Informativo de Antioquia, el primer noticiero regional de televisión de Colombia que se emitía a las 9:00 de la noche por Teleantioquia, el primer canal regional de televisión de Colombia.

–           Oiga, ¿Quiere hacer una prueba para el Noticiero? – Me preguntó en tono adusto

–           Claro que sí, muchas gracias – Le respondí tembloroso y casi tartamudo

Yo no quería que fuera cierto -por el susto- pero fue cierto: al jueves siguiente me envió a Girardota a hacerle una entrevista al primer alcalde de elección popular, Humberto Córdoba Monsalve. Era una prueba que le permitiría a Luis Alirio decidir si podía contar conmigo, inicialmente como supernumerario.

Con todo el nerviosismo propio de un primíparo que estaba concursando por hacer parte de uno de los noticieros de televisión más importantes del País, tomé nota, entrevisté, sugerí las imágenes que habría de necesitar el montaje de la nota, hice “in de presentación” e “in de despedida”, escribí, edité y entregué el cassette de tres cuartos.

Luis Alirio vio la nota y me dijo con igual tonito adusto:

–           Esa nota sale hoy

–           Claro que sí, muchas gracias – Le respondí, nuevamente tembloroso, tartamudo y con escalofrío, de la emoción y del susto…

La nota salió… y gustó.

Y ahí empezó en firme mi carrera periodística en televisión, informando sobre las desmovilizaciones del M-19, del EPL, del Quintín Lame, de la Corriente de Renovación Socialista, de las Milicias Populares del Pueblo y para el Pueblo, de las Metropolitanas y las del Valle de Aburrá. El cubrimiento de este tipo de acontecimientos era muy emocionante, por lo que significaba para la búsqueda de la paz.

Iban 30 años de anhelo de paz, que tuvieron un asomo de optimismo durante el gobierno de Belisario Betancur.

De ahí vinieron los subsiguientes intentos fallidos con las FARC y el ELN, aquí en Colombia, en México y en Alemania…

De ahí surgieron en este periodista unas ganas terribles de que hubiera también una ley que permitiera sentarse a la mesa con los paramilitares, que parecían hacer más daño que la misma guerrilla y que no eran actores armados del conflicto con carácter político.

Los primeros años de esa primera década de periodismo estuvieron alimentados por la violencia, el terror y la muerte. Nos tocó hacer escuela en medio de los “carros bomba”, de los edificios destrozados, de cientos de inocentes sacrificados, de jueces y periodistas asesinados y de policías caídos a millón de pesos…

Recuerdo al primer auxiliar de policía asesinado: fue en el CAI de Belén – Los Alpes. Había varios uniformados en el piso. Yo estaba con Lais Vargas (Q.E.P.D.), en ese entonces corresponsal de CM&. Miré al piso y le dije:

–           ¡Ve, Lais…! ¿Y ese policía por qué tiene una rayita amarilla en el pantalón?

–           ¡Ve… preguntemos! – Me dijo

Un superior nos respondió:

– Este muchacho era un estudiante, un auxiliar de policía: estaba prestando el servicio militar en la Institución…

Lais y yo nos derrumbamos: terminamos sentados en una banca de cemento del Parque, llorando desconsolados.

Eran tiempos en los que no dormíamos. A cualquier hora nos encontrábamos en el lugar donde cayó una víctima del narcoterrorismo liderado por Pablo Escobar y Los Extraditables o de Los Pepes o donde había sido dado de baja un lugarteniente del Cartel de Medellín.

Pero también pasamos bueno detrás del Bloque de Búsqueda, siguiendo cualquier pista de Pablo Escobar por toda Antioquia. Como nunca lo encontró, muchas de esas tardes campestres eran de asueto para nosotros los reporteros y corresponsales, que terminamos siendo amigos, cómplices y mejores colegas.

Aquí en Antioquia, por ejemplo, se desmontó el “complejo de la chiva” que era la esencia del periodismo de la Capital: los corresponsales de noticieros como el De las 7, CM&, 24 horas, Noticiero Nacional, Telenoticiero del Medio Día y AM PM, terminaron ayudándose, intercambiando “cubos”, haciendo la entrevista para la “competencia”, prestándose imágenes y dejándose ayudar de sus similares nacionales y de los regionales, como el Informativo de Antioquia, que tenía tanta ascendencia como credibilidad en el Departamento. En Telecom, a la hora de enviar las microondas a Bogotá, el intercambio de cassettes “tres cuartos” volvía la “competencia” a la normalidad.                      

Después de muchos muertos y de mucho terror, Pablo Escobar se entregó. Mi director, Luis Alirio Calle, lo acompañó hasta la Cárcel La Catedral de Envigado con el Padre Rafael García Herreros. Con seguridad, una prueba de que los periodistas de Antioquia representábamos un alto valor, seguramente por la seriedad, la responsabilidad, la imparcialidad y el respeto con que tratábamos la noticia.

Recuerdo que un día, cuando la familia de Pablo Escobar fue devuelta de Alemania, todos los periodistas se fueron para Rionegro. Luis Alirio me dijo:

– Andate vos pa´l Olaya Herrera.

Y en efecto: en el Olaya Herrera estaba la familia de Pablo Escobar, que no se atrevía a salir de miedo a Los Pepes. Entonces Juan Pablo, muy joven pero alto y como muy sabido, me dijo:

–           Periodista: nosotros le damos la entrevista, pero háganos un favor: váyase con nosotros hasta el apartamento, allá le damos la entrevista. Vea que si nos ven con periodistas no creo que se atrevan a tocarnos

A mí, más que las ganas de la chiva, me asaltó el humanismo. Pensé en que ya no me importaba la entrevista (aunque Luis Alirio me regañara). Me importaba que gracias a mi oficio, se podía salvar la vida de doña Hermilda, doña María Victoria, Juan Pablo y Manuela.   

Tal vez por eso fue que a mi casa de Manrique llegó una tarde, ya cayendo la  noche, un Monza con cuatro hombres. Uno de ellos se bajó, tocó la puerta y sin saludarme, después de haberle yo mismo abierto la puerta, me dijo:

–           Periodista: al “patrón” se lo van a llevar

–           ¿Cuál “patrón”? ¿Y yo qué puedo hacer…? – Estaba confundido y asustado

–           Los Gringos, periodista. Venga hable con el “patrón”

Y me llevó hasta el carro y de debajo de una cubierta al lado de la palanca de cambios, apareció un equipo de comunicaciones muy sofisticado. O eso me pareció a mí. El conductor tomó el teléfono:

–           Patrón, aquí tengo al periodista – le dijo y, luego, me lo entregó. Inmediatamente escuché la voz del que llamaban “Patrón”:

–           Periodista –era una voz ruda pero preocupada. Supuestamente era la de Pablo Escobar

– Estos gringos hijueputas vienen por mí, periodista

–           ¿Y yo qué puedo hacer? –Pregunté más asustado, tembloroso y tartamudo que cuando Luis Alirio me ofreció la pruebita… periodística

–           Si las cámaras de ustedes están aquí, las cosas son distintas –dijo convencido el que supuestamente era Pablo Escobar

–           Voy a llamar al Noticiero –fue lo que atiné a decir

–           Gracias, periodista – me pareció que dijeron, en coro, Escobar y sus secuaces, quienes arrancaron calle arriba, rechinando las llantas.

Llamé al Informativo de Antioquia. Jaime Vidal era el periodista de queda. Era de los que le gustaba salir temprano. Pero esta noticia lo entusiasmó tanto, que se convirtió en uno de los testigos de una de las fugas más sonadas en la historia de la humanidad.

Los primeros 12 años de esta labor que hoy me reconoce el Concejo de Medellín -que hasta 1998 fue una profesión de alto riesgo y que después se convirtió en un oficio, de la mano del magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria Díaz-,  estuvieron compartidos entre la reportería, la jefatura de redacción y la dirección del Informativo de Antioquia. Primeros años de ejercicio soñando con ver a los actores armados al margen de la ley sentados a la mesa de negociaciones con el Gobierno, como ya lo habían hecho el M-19, el EPL, el Quintín Lame, el PRT, la Corriente de Renovación Socialista y las milicias, aunque muchos aún hoy lo califiquen más como armisticio que como proceso integral de paz.

Precisamente, aunque no fue exactamente un proceso de negociación con garantías de verdad, justicia, reparación y no repetición, el episodio de Pablo Escobar Gaviria y su entrega a la justicia en junio de 1991, se llevó a cabo en desarrollo de una Ley de Sometimiento y al compromiso de no extradición. Sin embargo, la tregua duró hasta que el Jefe del Cartel de Medellín se fugó de La Catedral, el 22 de julio de 1992. Pero fue un acuerdo que significó un respiro en la pesadilla que empezó en 1984 con el asesinato de Rodrigo Lara Bonilla  

Nosotros los periodistas que cubríamos los acontecimientos propios de la guerra del Cartel de Medellín contra el Estado colombiano, sabíamos que cualquier tipo de negociación era necesario porque éramos testigos de los vejámenes de la guerra, de la violación de derechos humanos fundamentales, tanto en la guerra entre carteles y de estos contra el Estado, como desde la guerrilla y las Autodefensas. Éramos testigos y víctimas, porque también fueron muchos de nuestros periodistas objeto de retenciones tanto por parte de la guerrilla como de las Autodefensas.

Era usual recibir una llamada el lunes a primera hora de parte del Gobernador de Antioquia. Yo no tenía duda de que detrás de la voz del entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez estaba su secretario de Gobierno, Pedro Juan Moreno.

–           Hola, Roger – Saludaba el Gobernador y yo sentía que ponía el alta voz

–           Buenos días, Gobernador – Saludaba yo y detrás de mí estaba Felipe Aramburo, Mauricio Ballesteros, Eduardo Bermúdez, Alfredo Laserna, Henry Chaves, Margarita Tobón, Jaime Vidal, Luzmila Arbeláez o Carlos Alberto Arredondo o cualquiera de los que ese fin de semana había estado en uno o varios de los tantos municipios del Departamento, registrando el paso de la violencia proveniente de la izquierda o de la derecha

–           ¿Qué fue lo que les pasó a sus muchachos, Roger? – Preguntaba el Gobernador, aparentemente preocupado por quienes habían sido retenidos por la guerrilla o por los paramilitares. Eso era usual.   

Yo quise entender esos requerimientos cordiales de parte del entonces gobernador Uribe Vélez como confianza plena en nosotros. También desde la oficialidad, a la que invitábamos periódicamente a nuestros consejos de redacción, sentíamos respeto por nuestro rigor periodístico.

Eran épocas de empezar a registrar lo que todavía considerábamos dolores de lejanos territorios: los éxodos de Ruanda, por ejemplo, eran imágenes lejanas que veíamos en televisión y con las cuales “pintábamos” nuestras notas sobre quejas de supuestos desplazamientos forzados de campesinos antioqueños. Esas imágenes se convirtieron muy pronto en los éxodos propios de muchos habitantes del Departamento, en los pueblos marcados con graffitis de desplazamiento y muerte, en los caceríos desolados, en la historia contada por nosotros con el testimonio de nuestras propias imágenes y de las voces y rostros adoloridos grabados con nuestras cámaras…

Hombre: ¡y se me empieza a materializar el sueño de ver también a los paramilitares desmovilizándose!

Ya estaba en Telemedellín: era Gerente – Periodista, para seguir dando ejemplo. Gerente de un Canal Local de Televisión al que le decían “Telearepa”, porque todo mundo pensaba que era Teleantioquia, al que le decían “Telearepa”. Pues nos quitamos de encima la confusión y el remoquete con “el Canal de la Cultura Ciudadana”.

Claro que esto fue después de que saliéramos de nuestra propia crisis:

Un día de marzo o abril de 2001 el entonces alcalde de Medellín, Luis Pérez Gutiérrez, nos dio un ultimátum:

–           Si Telemedellín en dos meses no muestra signos de recuperación, lo cierro – Dijo furioso y desesperanzado el Alcalde, en una rueda de prensa

Y nos pusimos las pilas, todos, sin excepción. Y lo sacamos adelante y lo entregamos con superávit. Pero, además, en el Top Of Mind de la gente como Telemedellin, “el Canal de la Cultura Ciudadana” y el canal que estaba presente en todos los acontecimientos, con todos los actores, a toda hora, en todos los barrios y corregimientos de Medellín…

Hasta en la desmovilización y entrega de armas del Bloque Cacique Nutibara de las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC-, en el marco del Acuerdo de Santa Fe de Ralito, Telemedellín fue el informador de todo y de los detalles, en vivo y en directo, con la presentación de Mábel López y Henry Chaves.

En noviembre de 2003, “El Canal de la Cultura Ciudadana” hablaba de desmovilización y paz, en desarrollo de un proyecto de Alternatividad Penal que, en todo caso, les dio esperanza a los colombianos de que con los paramilitares también se podía hablar de paz.

Un año después, estábamos ya en Cable Noticias -el primer canal de televisión de noticias, información y opinión las 24 horas del día de Colombia-, soñado, ideado, diseñado y desarrollado por Mábel López y por mí -con el apoyo de Juan Gonzalo Ángel y un puñado de periodistas como Óscar Mario Correa, Jaime Román, Byron García, Alejandro Noreña, Eliana Úsuga, Elizabeth Chica, Juliana Agudelo y Luisa Restrepo-.

Estando en Cable Noticias, empezando a convencer a la teleaudiencia de estar bien informada y bien formada sobre temas políticos, los debates legislativos sobre la conveniencia o no de la Alternatividad Penal resonaban en nuestra agenda informativa. Finalmente, en 2005, asistimos a la aprobación de la Ley de Justicia y Paz, ahí sí, fundada en los derechos a la verdad, la justicia, la reparación y el compromiso de no repetición.

Y pensé, como si siempre quedara descontento:

– ¡Qué bueno que se pudiera firmar la paz con las FARC y con el ELN!

Pero no era descontento real, no obstante la imperfección de cada proceso. Por ejemplo este, el de las AUC, estuvo rodeado del malestar generado por la supuesta compra de franquicias por parte de grupos de narcotraficantes que, presuntamente, terminaron colados en el proceso en busca de los beneficios de la nueva norma.

No era descontento, era la convicción de que la paz se puede y se debe hacer con todos los actores armados. Y si fue posible con los paramilitares, ¿por qué no con las “bandas criminales”?

Entonces no se conocían las “bacrim” o “bandas criminales”. Eran sólo “bandas” y “combos”. Pero en estos 30 años han evolucionado tanto, que ni nosotros los periodistas distinguimos claramente entre las ODIN, las bandas criminales, los Grupos Delictivos Organizados, los Grupos Armados Organizados y todos los nombres que recibe la delincuencia que tanto hemos visto mutar en estas tres décadas.

Cambios como el de ver a Cable Noticias, el primer canal de televisión 24 horas de información de Colombia -fundado y acreditado en Medellín y Antioquia por Mábel López y Roger Vélez-, vendido a Carlos Slim y convertido en un canal nacional. Cambios como el de pasar de Cable Noticias a Cosmovision.

Allí hicimos de todo: “Cosmovision Noticias”, el cual se acreditó como nunca con mi dirección y la jefatura de redacción y la presentación de Mábel López: nos lo dijo el mismo Iván Obando, presidente de Cosmovision.

Hicimos “Sala de Redacción”, que fue todo un éxito informativo, de opinión y de entretenimiento matutino. Una versión para dos del Consejo de Redacción de Cable Noticias, el mismo que evolucionó al hoy Consejo de Redacción de Teleantioquia Noticias.

Y en el devenir de estos 30 años de servicio al periodismo y de las ganas de hacer siempre algo diferente, vino Sinergia Informativa, primero en radio, con el acompañamiento entusiasta de Ana Maritza Mazo durante su creación en Todelar. Luego, Sinergia Informativa en internet, convirtiéndose en uno de los pioneros de la información vía 2.0 de Antioquia. Después, Sinergia Informativa en televisión.

Y llegó el “SI” de Sinergia Informativa que tantos problemas me trajo durante las campañas por el “SÍ” y por el “NO” en el Plebiscito por la Paz. La razón -de no creerlo, pero una lamentable realidad en estos tiempos de polarización-, dizque porque yo estaba haciendo proselitismo por el “SI”, porque en el set de Sinergia Informativa aparecía el “SI”, que ha sido el logosímbolo de Sinergia Informativa desde 2008.

Este nuevo episodio nos lleva a recordar la testarudez de muchísima gente, alienada y enceguecida, a la que no la convencen las razones sino sus emociones, sus creencias y sus opiniones cerradas. Ellas nos han generado muchos malestares y temores a los periodistas, porque detrás de las palabras agresivas vienen las acciones violentas.

Pero la verdad, les cuento, es que yo SÍ estaba feliz por la negociación con las FARC: era el anhelo de los colombianos en los últimos 60 años, y yo fui testigo de ello en los últimos 30.

Y me alegró el inicio de las conversaciones con el ELN.

¡Y no saben cuánto feliz me puso la aprobación y sanción por parte del presidente Juan Manuel Santos de la Ley de Sometimiento Colectivo a la Justicia de las bandas criminales, dedicadas al narcotráfico y otras actividades ilícitas!

Se habrán dado cuenta que el Leitmotiv de este recuento, al que le faltan 30 episodios más, son los procesos de negociación con grupos armados al margen de la ley: es que yo nací periodísticamente en medio de las primeras negociaciones que hoy han demostrado que son mejores las palabras y los argumentos en la política que las armas. Nací y me crié periodísticamente con la certidumbre que se podía negociar con delincuentes políticos, específicamente con la guerrilla, pero no con paramilitares y combos y bandas criminales. Pero la voluntad política lo puede todo, y hoy son realidades las Ley 975 de 2005, que permitió la desmovilización de paramilitares, y la Ley 1908 de 2018, que fortalece la investigación y judicialización de organizaciones criminales y se adoptan medidas para su sujeción a la justicia.

Me doy por bien servido, aunque paradójicamente, los anhelos de paz vía negociación con todos los actores armados nos hayan metido en otro tipo de violencia que llegó de la mano de la polarización política y de las redes sociales.

Y no quiero decir que se deban soslayar y buscar lo que ya no es posible: su erradicación. Las redes sociales y todo lo que llega de la mano de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, lo hacen para quedarse. La democratización de la información que le es inherente, es de lo mejor que pudo haber pasado, especialmente cuando recordamos la manipulación y el poder de las casas periodísticas que hoy son noticia por su proceso de extinción.

Pero se está desbordando, se está convirtiendo en otra tiranía sin control, sin valores y sin principios. Nos está demandando a nosotros, los periodistas, que con Periodismo serio, responsable, creíble y respetable, salvemos el Periodismo                   

En fin, a los 30 años de ejercicio profesional, ahora al frente de Sinergia Informativa -“para personas inteligentes, interesantes y calificadas como Usted”, en Todelar y en Radio Super, en CNC y en Cosmovision, en la web, en Facebook, en Twitter, en Instagram y en WhatsApp-, miro hacia atrás y agradezco que hay mucha experiencia y demasiado aprendizaje, justo para coger impulso y dar un salto largo hacia adelante.

Por eso, ahora, de la mano de Juan Carlos Hurtado, Rubén Benjumea y Jaime Castañeda, damos otro salto creativo y lógico, de acuerdo con las demandas de  las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones: entramos de lleno  en la información digital con nuestro canal digital: ElCanal.co, “Para ayudar a entender”

Será un canal informativo, de opinión, de análisis y de interpretación, con la misión de ayudar a entender nuestra realidad, especialmente la política y administrativa, que está ligada a todas las realidades de los administrados en este Estado Social y Democrático de Derecho.

Seguimos con la convicción de que este es otro buen momento, importante en estas tres décadas, en el que la misión es ayudar a construir cultura política y a recuperar la confianza en la política, en los políticos, en las instituciones y en la democracia. Porque no lo podemos soslayar. Porque hasta el aire que respiramos, como la tranquilidad, la seguridad y la paz, están cruzados por decisiones políticas que exigen la participación informada, consciente y juiciosa de cada uno de los ciudadanos, que debemos convertirnos en los principales actores políticos.