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Por: Luis Pérez Gutiérrez

Crear un movimiento ciudadano para participar en elecciones populares, es un peregrinaje burocrático lleno de obstáculos. Uno de los más vetustos peregrinajes, es que la Registraduría exige miles de firmas obtenidas en las calles, al sol y al agua, y firmando de cualquier manera y a las carreras. Eso de recoger firmas físicas ya se ve una acción pasada de moda, sumados a la pandemia y a la inseguridad que existe en el país, que hace a la gente temerosa de dejar acercar algún extraño.

Adicional, la Registraduría rechaza cerca del 40% de las firmas por caligrafía deforme propia de la prisa, o letras o números mal hechos, todo causado por la incomodidad del ciudadano al firmar. El Registrador, que es un líder de modernidad, debería liderar el cambio para que la democracia no se vuelva vetusta. Debería liderar que las firmas digitales se validen para conformar movimientos ciudadanos a elecciones populares, y darle oxígeno fresco a la democracia y a la participación ciudadana.

Los partidos políticos ya no detentan su poder en las ideas ni en la construcción de sueños ciudadanos, sino en los avales, que cada vez son más un negocio y una extorsión para quienes piensen diferente en el partido. Como las firmas presenciales se han vuelto difíciles, los avales para elecciones populares se han ido convirtiendo o en un negocio o en una extorsión política. La verdadera democracia interna de los partidos no existe. No puede un partido político ofrecer democracia a un país si ni siquiera tiene democracia interna. Los avales se vuelven monopolio y patrimonio personal de quienes logran apoderarse de un partido. Y se dice por todas partes que cada aval tiene un precio. Los partidos políticos no tienen ni democracia interna ni espacio ni para los jóvenes ni para los que piensan diferente. Si los partidos políticos no se transforman perecerán; ya casi ninguno tiene vocación de poder presidencial, y esa es la primera señal del derrumbamiento.

Urge facilitar el ejercicio de la democracia, y estimular para que los movimientos ciudadanos se expresen con más facilidad y menos obstáculos. 

La tecnología ha cambiado el mundo y tiene en agonía a la distancia y a lo presencial. Hoy la sociedad pasa más tiempo en el Espacio Público Digital que en los espacios físicos públicos. El espacio público digital es una revolución para la cotidianidad de los ciudadanos y más aún debe serlo para la política y la participación de los ciudadanos. El Espacio Público Digital es el punto de encuentro ciudadano más importante de la humanidad. La Plaza Pública Digital reemplaza y supera en democracia a los antiguos espacios públicos físicos donde se hacía la política. Las calles digitales hoy son más visitadas que las calles físicas o reales. Muchas gestiones que antes se hacían obligatoriamente presenciales, hoy sería una ridiculez seguir haciéndolas de esa forma.

La recolección de firmas con fines políticos en las calles al sol y al agua, persona a persona, es una de esas actividades que ya se ven vetustas, existiendo medios de participación ciudadana más transparentes, más seguros y más confiables. La Plaza Pública Digital y el Espacio Público Digital deberían reconocerse en las normas para aumentar la participación de los ciudadanos y hacerlo de una manera más libre e independiente. Y de paso acabar con la corrupción electoral, que todos los colombianos odiamos.

Hoy las firmas digitales valen en todos los escenarios, menos para los movimientos ciudadanos que son la nueva forma de hacer política, y de modernizar la democracia y la política. Las firmas y formas digitales se aceptan para nombrar presidente del Senado y la Cámara. Se aceptan para aprobar leyes. Se aceptan para notificar actos legales de la Procuraduría, la Fiscalía, la Contraloría, las alcaldías y las gobernaciones. Se aceptan en los bancos. Se aceptan para adjudicar licitaciones. Y lo más extraño, no se aceptan para crear movimientos ciudadanos que quieren participar más en democracia y en política.

Es urgente dar vida jurídica a las firmas digitales, para traer vigor a la democracia, y facilitar que los movimientos ciudadanos independientes ejerzan su derecho y su inconformidad para participar en la construcción otra mejor Colombia. La cotidianidad y la participación de la gente y del mundo está hoy en las calles digitales y en los espacios públicos virtuales. Para transparencia y decencia, cada firma digital que se presente, debe contener los requisitos como número de cédula, dirección electrónica donde se pueda verificar la veracidad del apoyo al movimiento ciudadano y demás que la norma indique. Eso baja los costos para hacer política, que en Colombia son escandalosos y de ahí nace la corrupción. Los requisitos anticuados y engorrosos se convierten en muros frustrantes para que ingresen a la buena política, muchos jóvenes y personas con ideas diferentes.

Con las firmas digitales nacerá una nueva política, libre, sin vicios, sin transacciones corruptas, y son una puerta para que todos los inconformes en la política vean puertas de participación para construir una Colombia que piense en grande y haga en grande.