Edwin Franco

Por: Edwin Alejandro Franco Santamaría

Cuando muchos creían que la solución en América Latina a tanto continuismo, corrupción y politiquería de los mismos partidos políticos de toda la vida y de los dirigentes que a la sombra de estos se criaron, se encontraría en alternativas distintas como la izquierda que se tomó por vía democrática el poder en Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Brasil y Argentina, tal esperanza se vino abajo y no precisamente porque se haya encontrado con una oposición férrea al interior de cada uno de estos países, bien por vía de partidos contradictores al gobierno o por parte de los respectivos congresos, sino porque todo lo que le criticó esta izquierda y con mucha razón a la política tradicional, lo terminó cometiendo ella y en algunos casos, en proporciones mucho mayores.  Aunque debe quedar claro que esos matices de izquierda fueron distintos en cada uno de esos países.  No es lo mismo hablar de los gobiernos de Venezuela que de los de Ecuador, Brasil o Bolivia.   Eso sí, el denominador común de todos estos gobernantes ha sido la megalomanía.

Es de público conocimiento lo que ocurre en Venezuela, no hay institucionalidad, la corrupción campea, no hay alimentos ni medicinas y ahora con una asamblea mayoritariamente opositora que quiere, mediante leyes, hacer los cambios que el país a gritos necesita, el sátrapa, que algún día será enjuiciado, cuenta con un tribunal de justicia lleno de lacayos que obviamente declara inconstitucional todo lo aprobado por la asamblea nacional.  Qué desastre.   Bolivia, envuelto en escándalos de corrupción que involucran directamente al presidente.  En Ecuador, se terminan los mandatos de Rafael Correa, que con algunos lunares, hay cosas rescatables, especialmente en infraestructura y justicia social.   El caso admirable de Uruguay y sin duda el mejor ejemplo de estos gobiernos de izquierda, que realmente comenzó con Tabaré Vásquez, siguió con el Pepe Mujica, y ahora de nuevo con Vásquez, no solo se caracterizó porque estos gobernantes le dieron un vuelco al país, sino que fueron respetuosos de la institucionalidad.   Argentina, dió el viraje que necesitaba, pero el presidente Macri está exponiendo su capital político tratando de realizar reformas económicas totalmente impopulares para enderezar y reactivar la economía, porque la familia Kirchner, que gobernó el país por más de 10 años, ocultó las verdaderas cifras económicas, que según se sabe hoy son absolutamente desastrosas; hace apenas 5 meses Cristina Fernández dejó el poder y ya está siendo investigada por la justicia penal de su país por graves delitos.   Prácticamente el último gran baluarte de la izquierda latinoamericana, Dilma Rousseff, acaba de ser suspendida por el senado de su país por un término de 180 días y se apresta a enfrentar un juicio político por conductas que conllevaron el maquillaje de los balances fiscales de 2014 y 2015 para optar a su reelección y por lo que se avista, será suspendida definitivamente del cargo.  Tan grave ha sido el gobierno de Rousseff, que uno de los logros más grandes en la historia de Brasil y puede decirse que de toda América, fue que de la pobreza salieron alrededor de 30 ó 40 millones de personas, muchas de las cuales han vuelto al estado del cual los sacó Lula da Silva, quien dicho sea de paso, tampoco ha salido bien librado de los escándalos de corrupción del país carioca.

Corrupción, perpetuación en el poder e incapacidad, han sido las notas características de estos gobiernos que desperdiciaron una maravillosa oportunidad para consolidar opciones de poder duraderas y diferentes a las de siempre, pero sobre todo, de sacar adelante sociedades que históricamente padecen los mismos males.