Por: Jorge Mejía Martínez
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Mientras en los barrios, corregimientos o cascos urbanos, la única fuente de empleo o ingresos para jóvenes o adultos sea el narcotráfico y los grupos armados ilegales, jamás vamos a romper el círculo vicioso de la violencia en Colombia. La delincuencia organizada encontrará siempre mano de obra a su alcance para reproducirse o ampliarse. El hambre arroja contingentes de hombres y mujeres a merced de la criminalidad, aupada por una frágil institucionalidad y una cultura de la ilegalidad convertida en la regla, no en la excepción. Se equivoca el Estado cuando reduce su presencia en las comunidades, simplemente a los hombres uniformados del ejército y la policía. Por ello las cifras comienzan a mostrar el deterioro de los logros motivos de orgullo de la seguridad democrática. Ha faltado la sostenibilidad que solo puede brindar la integralidad en las políticas del gobierno: recuperar el control territorial con fuerza pública e inversión social.
No creo que haya otra actividad más propicia para conocer al revés y al derecho el territorio y sus gentes, que la política. Pocas personas sabrán que, por ejemplo, para llegar hasta el principal municipio petrolero de Antioquia, Yondo, hay que atravesar el departamento de Santander para entrar por Barrancabermeja. La vía entre Puerto Berrio y Yondo es intransitable. Las cuantiosas regalías petroleras han alcanzado para llenar los bolsillos de unos cuantos, pero no para pavimentar un solo kilometro de alguna calle de Yondo. Lo mismo que en Currulao, corregimiento de Turbo con cerca de 30.000 habitantes: el único asfalto que conocen sus pobladores es el de la troncal que cruza por la mitad del territorio; pero a lado y lado solo hay vías empolvadas. A unos cuantos kilómetros está el municipio de San Pedro de Uraba con cuatro posibilidades de acceso por todos los costados –su gran importancia estratégica para los grupos armados ilegales- pero ninguna con afirmado ni pavimento. Desde un vehículo con aire acondicionado uno puede observar el esfuerzo de los estudiantes para llegar a los remotos establecimientos educativos en medio de las oleadas de polvo que entran por la nariz y cubren los humildes uniformes escolares.
Ese esfuerzo de los estudiantes campesinos llegará hasta el momento en que reciban el cartón que los acredita como bachilleres. Con el titulo bajo el brazo, los muchachos tienen tres opciones: emigrar hacia la ciudad para alimentar los círculos de miseria, regresar a las parcelas para echar azadón o quedarse en los parques a la espera de propuestas no siempre las más decentes. Los papás o las mamás del campo, se acercan muchas veces a las reuniones de los políticos en campaña que llegan al municipio, para intrigar para sus hijos el acceso a una carrera técnica, tecnológica o superior. Mientras en Medellín, con cargo a la administración local, se becan miles de estudiantes sin recursos para acceder a la universidad, en los municipios nuestros la fuente de orgullo familiar es el ingreso a algún curso informal. La carencia de oportunidades para estudiar mata la convivencia social.
No hay que adentrarse en las comunas o en las zonas rurales para dimensionar la magnitud de la crisis de la política de seguridad democrática del gobierno nacional. En pleno centro de Caucasia lo vivimos hace poco en compañía del ex gobernador de Antioquia Aníbal Gaviria y la Senadora Yolanda Pinto. Al acercarse la noche, las gentes se encierran. Y en la mañana, ya puesto el sol de frente, difícil conseguir un sitio para desayunar. Todo cerrado. Rebuscando, encontramos un lugar abierto, atendido por afanadas mujeres de una misma familia, adultas y niñas, para aprovechar unas cuantas horas de atención a los comensales ocasionales, porque saben que es mejor cerrar la mayor parte del día, para no tenerse que topar con los extorsionistas pendientes de vacunar los pocos negocios que se atreven todavía a estar de píe, así a unos pocos metros se encuentre un policía. Salimos del lugar atragantados de impotencia.
Los que se refugian en la ciudad, en las oficinas o en los apartamentos, no saben que muy cerca hay millones de personas que viven su propio infierno: el del abandono.
PD: a pesar de las tristezas descritas, me encuentro muy contento recorriendo el territorio de Antioquia. Por ello no entiendo cuál podrá ser el interés del senador Luis Fernando Duque al difundir la versión de que Jorge Mejía no será candidato a la Cámara de representantes. De mal gusto el chisme.