Por: Augusto Posada Sánchez
Las opiniones expresadas en esta columna, son responsabilidad de su autor
Con la decisión de la Corte Constitucional de hace unos días, Colombia se prepara para transitar por dos caminos: uno que mantiene el buen rumbo que traemos desde que empezó el gobierno de Álvaro Uribe y el otro, que pondría en peligro los logros por los cuales un gran porcentaje de la población ha recuperado la confianza en las instituciones y en el liderazgo de quien nos representa. El Presidente Uribe asumió el papel que pocas veces se atreven a cumplir los políticos en nuestro país, uno que le devuelve la esperanza a sus gobernados y les transmite seguridad en que el servicio público sí puede seguirse para lo que se constituyó: efectivamente para servir.
Ahora la encrucijada que se había creado en torno a la suerte del referendo reeleccionista se traslada al futuro del presidente Uribe, muchos dicen que mantendrá un poder a la sombra en el nuevo gobierno y otros tantos afirman que se dedicará a cumplir uno de los papeles que más lo seducen: el de académico. Qué bueno sería que las presentes y futuras generaciones pudieran contar con los sabios consejos de Uribe para mantener el rumbo acertado que lleva Colombia. Este es el momento para fortalecer lo que ha funcionado y dejarle un futuro más seguro a las nuevas generaciones de colombianos que ven con esperanza un país que les puede presentar un porvenir amplio.