Por: Jorge Mejía Martínez
Las opiniones expresadas en esta columna, son responsabilidad de su autor
No es bueno hablar mal de la fiesta donde uno se emborrachó o se extravió. Pero las elecciones del domingo chilguetearon a todo el mundo. Como un pantanero. La entidad organizadora de la jornada, la Registraduría Nacional, está en la picota pública por su incapacidad para contabilizar y transmitir de manera oportuna los resultados electorales, en particular los relacionados con la consulta Conservadora. La impotente autoridad electoral, el Consejo Nacional Electoral, se empapeló con múltiples denuncias de corrupción del proceso eleccionario; incapaz de reaccionar. ADN le dio la vuelta a la sanción y reapareció como el PIN. Los actores: partidos y candidatos, realizaron sus campañas en un escenario infectado por la compraventa de votos, el fraude y la divulgación de un tarjetón totalmente antipedagógico. La policía en lugar de perseguir a los fraudulentos, se dedicó a decomisar, no sin abusos, a los portadores del necesario pastelito.
El domingo de elecciones, arrancó con una llamada telefónica recibida de Caucasia, para informar que dos sufragantes se encontraron con la sorpresa de que en la mesa respectiva otras personas ya se habían acercado a votar por ellos. Al Registrador local le llegaron por lo menos 16 quejas por suplantación en un solo puesto de votación. El hecho no trascendió. En Uraba fue vox populi que un candidato a Cámara, máxima votación liberal, pagó 8 millones de pesos por respaldo de cada concejal independientemente de su filiación política. En el Bajo Cauca, un ex candidato a la Alcaldía recibió una cuantiosa cifra de dinero, por parte de una aspirante al Senado de un departamento vecino, a cambio de depositar 4.000 votos. La aspirante liberal también fue la máxima votación nacional de Senado. La satisfacción del Partido Liberal por haber logrado sostener la cuota de participación en el Congreso, quedó empañada por que los mayores guarismos de Antioquia para Cámara y del país para Senado, se engrosaron con la compraventa de votos y apoyos no muy claros para la opinión pública. Rafael Pardo no puede estar tranquilo. Consuela saber que el liberalismo de Antioquia quedó en las esperanzadoras manos de Aníbal Gaviria y Eugenio Prieto.
El Partido Conservador de Antioquia quedó succionado por el ex Equipo Colombia. La vieja guardia azul quedó desplazada ante el poder de los recursos y la burocracia pública. Las legendarias y tradicionales banderas cambiaron de manos con una facilidad impresionante. Lamentable para Colombia que un parlamentario ejemplar como Oscar Dario Perez haya sido sacrificado por ese cruce de intereses agenciados desde el piso 12 de la gobernación de Antioquia. Más de uno terminará entonando con melancolía: Siquiera se murieron los abuelos…
El Fajardismo quedó preso de su indefinición ideológica, política y organizativa entre los movimientos de la Alianza Social Indígena y Compromiso Ciudadano. El abuso del nombre de Sergio Fajardo en vallas y pasacalles no se tradujo en respaldo electoral para los aspirantes. Como tampoco ocurrió con algunos candidatos –yo, entre ellos- respecto a los nombres de Alvaro Uribe y Aníbal gaviria. Quedó nuevamente demostrado que los votos de otros no se endosan. El Polo Democrático no alcanzó el umbral para la Cámara como consecuencia de su desgaste fratricida a su interior y de su falta de claridad para afrontar el entorno municipal y departamental. Cambio Radical pagó el costo de su ambivalencia frente al gobierno nacional y el ensañamiento contra el gobierno de Medellín.
Fui un candidato ingenuo. Hay que volver a releer el libro de Spencer Johnson “Quien se ha llevado mi queso” para entender que no era posible hacer una campaña sin publicidad, ni logística suficientes, con tan solo algunas ideas y una orgullosa hoja de vida. Nuestra empantanada democracia –con un sistema electoral corroído- no admite sino la política del trueque y el negocio. Algunas valerosas excepciones de candidatos electos no hacen más que ratificar la regla. Mil gracias a los también ingenuos creyentes, empezando por las solidarias directivas de EL MUNDO.
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