Por: Balmore Gonzalez Mira
Los ojos del mundo están puestos en el Urabá antioqueño, en esa esquina maravillosa que representa la riqueza agropecuaria, turística, cultural y de gran reserva hídrica y ambiental de la humanidad. Allí se programan las obras portuarias, terrestres y de infraestructura más ambiciosas de los últimos años; allí convergerán la industria, la agroindustria, la piscicultura, la ganadería intensiva, el comercio y el desarrollo turístico y urbanístico empresarial más acelerado del país y hasta del continente.
Los Puertos que se proyectan en el Caribe antioqueño, generarán, una vez construidos, una dinámica que ya hoy en parte sostiene la golpeada economía de la región, lo que obliga a la formulación de esquemas sociales que creen una nueva cultura ciudadana que disponga de todos los elementos previsibles para que no se desborde la flagrante violación de la normatividad, tanto de convivencia, como del ejercicio mismo de los procesos económicos, tan proclives hacia la ilegalidad en zonas de gran apertura y movimientos financieros como los que se prevén en las áreas portuarias.
Si a todo lo que está por hacerse, no se le acompaña con un verdadero desarrollo de las Vías de cuarta generación que aún están en proceso de fecundación unas y de maduración las otras, y otras muy pocas en ejecución, los puertos serán unos cuellos de botella por su abultada y nutrida utilización o se convertirán en elefantes blancos por los costos del transporte terrestre para exportadores e importadores, que preferirán otros terminales, para enviar y recibir sus productos. Lo anterior denota en parte una falta de planeación y planificación, lo nula que fue la inversión en años y la falta de visión de la clase dirigente que nunca vio los beneficios de tener en esta región lo que hoy se proyecta hacer. Y que ya debería estar hecho, para haber enfrentado la apertura y la globalización que va por las tres décadas. En parte lo anterior es el soporte de la Productividad que podamos tener allí, pues de no serlo, se vería truncada por falta de una infraestructura que espera a gritos por construirse y que añora la comunidad, los inversionistas y hasta los visitantes; lo que haría que la Competitividad no fuera la esperada y los costos de inversión mayores, frente a la expectativa de ganancias netas esperadas. Lo que no nos daría elementos de Sostenibilidad en todos los campos, como requisito fundamental para permanecer en el tiempo dentro de unos mercados todos los días más agresivos y realmente competitivos.
Todo lo anterior obliga, como en cualquier parte del mundo, a que haya una instalación de servicios de todo orden en los territorios cercanos al puerto pero que no propiamente hacen parte de la comunidad portuaria y es ahí donde con una miopía que debemos eliminar, hay que mirar hacia todos los territorios del occidente antioqueño, donde otro tipo de servicios se van a requerir en menos de 10 años para suplir la demanda del mundo a través de Urabá. Productos agropecuarios de clima templado, manufacturas que se presten en estos territorios y maquila con cercanía a los puertos entre otros, hacen llamativo este territorio donde puede haber buena mano de obra y temas de servicios e impuestos más baratos. En el occidente se podría además intensificar lo relacionado a finca – hoteles y hacer del producto de moda en el mundo, el aguacate, su gran atractivo y riqueza. Con un turismo diferente al del mar, pero con variadas ofertas como el tema ambiental, ríos, senderos, étnico, cultural, religioso e histórico, bien nutrido en estas comunidades. Es hora de repensar las vocaciones, no sea que se venga el desarrollo y nos vuelva a dejar rezagados en el pasado; pues el presente es Urabá y el futuro es Occidente.