La política colombiana, cada día más desprestigiada y escasa de credibilidad entre la gente del común, avanza y completará en esta semana una de las jornadas más vergonzosa de su historia: la que se relaciona con los tránsfugas, los desleales y los oportunistas.
Con la misma facilidad con que cambian su ropa interior, varios políticos o politiqueros que ostentan estas condiciones, transfuguismo, deslealtad y oportunismo, buscarán acomodarse lo mejor posible para seguir medrando en el futuro al amparo de la siempre generosa ubre oficial.
No importa que tras sus apetitos e intereses personales, queden engañados y frustrados miles y miles de electores que de buena fe, en las pasadas elecciones, les ayudaron a alcanzar las posiciones que hoy ostentan, que no son de ellos sino de sus votantes.
Lo peor de todo en esta ignominiosa etapa, que no será propiamente un ejemplo para esas futuras generaciones, tantas veces citadas en los babosos discursos que acostumbran, es que se cumple con la paciente y activa complicidad del propio gobierno, que utilizó sus aplastantes mayorías en el Congreso para darle vida a una norma inescrupulosa y perversa.
Si es que vida puede llamarse esos sesenta días de indulgencia que graciosamente las mayorías gobiernistas le asignaron a la perniciosa licencia, pero que como se ha visto parecen suficientes para que los desertores y traidores de todos los partidos, partiditos, grupos, grupitos y camarillas, materialicen su condenable trapisonda.
Lo más gracioso de todo este fraude a los electores, es que muchos de sus protagonistas, personajillos sin ninguna trascendencia, se las dan de importantes y hasta convocan ruedas de prensa para anunciar su voltereta.
Hay algunos más que ya son expertos en este tipo de maniobras y por lo tanto conocen al dedillo como es el asunto, pues primero fueron de un grupo, luego vendieron su curul y voto del momento al mejor postor, enseguida marcharon en otra dirección y ahora buscan de nuevo no quedarse por fuera de la repartición de canonjías y prebendas.
Senadores, representantes, diputados y concejales, es decir todos aquellos que forman parte del colectivo más desprestigiado del país — el político – tendrán todavía unos días más para coronar su huida y aterrizar donde creen van a estar mejor, sin medir las consecuencias que en el futuro pueda acarrearles su traición.