Balmore González

Por: Balmore González Mira

Algunas encuestas o sondeos públicos y las muy reiteradas noticias que a diario vemos, leemos y escuchamos en los medios de información, unidas a las historias caseras y de vecindario que nos cuentan, nos hacen llegar a la conclusión de que el tema de la inseguridad en la ciudad, en el área metropolitana y ya con consecuencias en las regiones,  no es un mero cuento, ni la sensación o percepción ciudadana.  Es una realidad.

El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez,  ha despertado con su proceder público una especie de solidaridad colectiva que subyacía en el espíritu paisa; y aunque algunos lo cataloguen de mediático o populista, es el único, que al lado del Gobernador de Antioquia, Luis Pérez,  en lo que a sus funciones de policía compete,  vienen poniéndole el pecho a los problemas de seguridad en Medellín y Antioquia respectivamente.

No es menester en esta columna poner espejos retrovisores, pero la comparación o la analogía, entendidos el primero como la base inicial de cualquier investigación y el segundo como la relación de semejanza entre cosas diferentes, nos lleva a la recordación de los dos gobernantes anteriores de Medellín y Antioquia, donde este tema era de menor importancia, al punto que quienes gobernaron fueron los delincuentes y quienes respondían a estos asuntos eran funcionarios de segunda o tercera categoría. Hoy el panorama aunque desolador, despeja la incertidumbre que veníamos padeciendo por falta de autoridad y lo que se nota claramente es una visibilización de las estructuras criminales y delincuenciales que está llevando a que sus integrantes en el desespero de la falta de ingresos se hayan convertido en burdos atracadores y mequetrefes que quieren poner en jaque a la ciudadanía.  Apoyo irrestricto para Federico Gutiérrez y Luis Pérez mientras sigan actuando así, es el clamor mayoritario en las calles.

No solo la solidaridad ciudadana despierta ante gobernantes capaces y decididos a cumplir con sus funciones, sino que tiene en algún momento que tocar las fibras de los miembros de los organismos de seguridad, como la policía nacional, para que cumplan a cabalidad su tarea constitucional de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos; pues no puede ser el temor reverencial a la criminalidad el que lleve a una inercia a quienes tienen la obligación de protegernos. Medellín y Antioquia y algunos otros pocos municipios,   tienen ejemplos a seguir por los demás gobernantes que han visto cómo sus comunidades padecen el recrudecimiento de las diferentes formas de delincuencia, sin que se mueva una mano para defender a las víctimas, de paso incumpliendo la promesa sagrada que hicieron el día de la posesión cuando juramentaron cumplir fielmente la Constitución y las leyes de Colombia. Una de ellas, mantener el orden.