Por: Augusto Posada

Con más planeación, y no solamente con las improvisaciones del día a día, lograremos regresar a Medellín a la senda de seguridad en la que se había encaminado.

Una ciudad como Medellín que vuelve a acumular récords como el aumento de 64% en homicidios de un año a otro no se puede dar el lujo de tener un solo policía para cada 500 personas. Tenemos que ajustar el presupuesto y la capacidad de convocatoria de buenos profesionales, para llegar a un agente para cada 250 personas.

La Policía acaba de invertir 21.500 millones de pesos para compra de nuevos equipos y hacer más efectiva su red de comunicaciones, eso tiene que traducirse en un mejor trabajo en las ciudades. Hay que garantizar que de esos recursos y de otros más que vienen, una buena parte se vaya para el entrenamiento de los agentes, es muy importante que se capaciten en inteligencia para enfrentar la nueva realidad que están viviendo nuestras ciudades. Lo peor que podemos hacer para cambiar las cosas, es mantener las mismas actitudes que nos llevaron a donde estamos. Necesitamos agentes que actúen con estrategia y vayan a la raíz.

Y para lograr lo anterior es necesario una política de continuidad y dedicación: los policías que estén destinados para seguridad en la ciudad, serán exclusivamente para eso, si nos esforzamos por conseguir un buen número de efectivos, no puede permitirse después que nos abran el hueco asignándolos a carreteras, a manejar espectáculos o a otros eventos, como ocurre hoy.

De la misma manera, el nivel en el que estamos exige que la respuesta no sea sólo de la fuerza pública; es necesario organizar a la población por medio de alarmas comunitarias y entrenamiento sobre cómo hacerle el trabajo más difícil a los delincuentes. Está comprobado que los asaltantes actúan en mayor medida donde hay desorden. Pero somos conscientes de que el Estado no puede dejarle esa organización al azar, para eso conformaremos brigadas móviles con expertos que capaciten a las comunidades y les indiquen cómo operar.

Para llegar a la raíz, como lo mencionaba antes, no podemos seguir preocupándonos sólo por los grandes capos, ni por los grandes delincuentes. Es prioritario que en la estrategia de reducir la inseguridad, tengamos en cuenta dos factores, el primero es la persecución y captura de los que se escudan en lo que se llama delitos menores, que no son tan menores: atraco en las calles y raponeo. Y el segundo llevarlos con todas las herramientas jurídicas a que respondan por lo que hacen. Eso se logra con apoyo a la justicia para que tenga los elementos para someter a estos ladrones y no estén obligados a soltarlos a los pocos días, para que vuelvan a lo mismo.

Duplicar el número de efectivos no quiere decir solamente que nos vamos a enfocar en el accionar de la fuerza para reducir el problema, hay que vigilar el origen de esa delincuencia que en muchos casos tiene que ver con la falta de oportunidades. Para eso vamos a avanzar en un programa muy ambicioso de recuperación de los llamados delincuentes menores, es decir, que la cárcel les sirva no para aprender más mañas, sino para hacer parte de un proceso de socialización que incluya aprender un oficio y seguimiento social de esas personas; sobre todo de los más jóvenes.