Rubén Darío Barrientos

Por: Rubén Darío Barrientos G.

Nos estamos acostumbrando a los magistrados de las Altas Cortes, que no tienen trasegar ni vínculo con la rama judicial. Sigo pensando que es una bofetada a los jueces que han escalado posiciones y que han comenzado de cero, el hecho de que se ternen con frecuencia inusitada catalogados profesionales del Derecho, pero que nunca han sido jueces de la república. Yo concibo las Altas Cortes, como el pináculo de una carrera judicial floreciente y conspicua, que comienza desde alejadas zonas de la geografía nacional y que aterriza en la capitalina y granada silla de los méritos y la experiencia. Desde luego, debo admitir que la llegada en paracaídas de algunos magistrados no es ilegal porque uno de los requisitos es “haber desempeñado durante quince años cargos en la rama judicial o en el ministerio público, o haber ejercido con buen crédito, por el mismo tiempo, la profesión de abogado o la cátedra universitaria en disciplinas jurídicas”, pero reitero mi posición –seguramente muy radical y arcaica– de que en las Altas Cortes deben estar los jueces de la república que llevan veinte o veinticinco años en la difícil brega de fallar negocios y de estudiar el Derecho desde la orilla de la experticia como juzgadores.

Los casos abundan. Por ejemplo, Jaime Arrubla Paucar, es un rutilante profesor de Derecho, exsecretario jurídico de Presidencia de la República, exdecano, excandidato a la alcaldía de Medellín y autor de calificados libros de Derecho Comercial, pero que nunca fue Juez, hasta que por obra y gracia de ser ternado llegó a la Corte Suprema de Justicia y fue su presidente en el año 2010. Alejandro Linares Cantillo, es otro ejemplo de llegar en paracaídas a una Alta Corte. Brillante abogado, exvicepresidente jurídico de Ecopetrol, exministro plenipotenciario en París, exconsejero para la política de paz y exmiembro de algunas juntas directivas, finalmente fue ternado por Santos y llegó en el 2015 a la Corte Constitucional. María Victoria Calle Correa, fue secretaria jurídica de tres gobernadores y trabajó en La Previsora de Seguros, llegando luego a la Corte Constitucional sin haberse aposentado en ningún juzgado como titular.

El presidente Santos acaba de divulgar las dos ternas para que el Senado elija nuevos magistrados de la Corte Constitucional. Dice el portal La Silla Vacía, que la primera es una terna de una: dos académicas sin opción y la exsecretaria jurídica de palacio, lista para arrasar. Aquí vemos, otra muestra de politización porque la doctora Cristina Pardo es la que va a ganar y ella es de bolsillo del presidente. Asegura el portal de marras, que “seguramente deberá declararse impedida en el estudio de muchas leyes y decretos que revisó como secretaria jurídica de la presidencia”. Aparte de las llegadas en paracaídas, este es otro vicio anclado en las Altas Cortes: magistrados que son fichas de políticos y que se declaran a repetición impedidos para fallar delicados asuntos. En la segunda terna, tenemos a Margarita María Zuleta, “La Paca”, quien fue directora de Colombia Compra Eficiente, exdirectora del programa nacional para la anticorrupción, la misma que apareció en la revista Soho en la foto de la última Cena y quien tiene prolongado recorrido en el sector privado como abogada de Acerías Paz del Río, socia de Brigard & Urrutia y gerente jurídica de la minera de carbón Prodeco. También es muy cercana a Santos.

Volviendo a mi tesis, Colombia es un país de grandes juristas y de valiosos jueces. Solo estos últimos deberían ser tenidos en cuenta para las Altas Cortes. Es muy desalentador para los falladores de oficio que se han quemado las pestañas zanjando negocios y gastando pantalones en vetustas sillas, que comenzaron lejos de su hogar (casi que en un destierro), que los fueron acercando a su terruño sus logros y que los tienen en las capitales listos para dar el salto y llegar a la fría Bogotá, como culmen de sus sonoras sentencias y de las evaluaciones que hace la rama, ver desfilar ternados que no saben de los desvelos de irse a la casa luego de emitir fallos, de crear jurisprudencia y de sentirse fieles de la balanza en los despachos judiciales. Esa nostalgia es derrotada por los paracaídas y por las fichas de quienes ternan. Mala cosa, señores, muy mala cosa.