Alfaro Martín García

El gran escritor francés Víctor Hugo (1802-1885), dio al mundo la que sería una de las obras más reconocidas de la literatura universal: “Los Miserables”; se trata de una novela que permite al lector acercarse a la historia de la Francia del siglo XIX, en la cual los “miserables” que presenta el autor, no son otra cosa que los maltratados por la justicia, los que sufren presidio, personas que son perseguidas y/o extorsionadas, o aquellos que son destinados irremediablemente a la pobreza más descarada.  Hace referencia la novela a personas que algún día fallaron socialmente, pero que enmendando sus errores pueden servir a la humanidad desde sus humildes posiciones de pobreza.

 

Desgraciadamente en la actualidad no se habla de “miserables” sino despectivamente de “desechables”; un término vulgar e inadecuado para referirse a aquellas personas que por una u otra razón les toca vivir una vida nómada en las calles de la ciudad mendigando el pan de cada día.  En términos de la administración municipal se habla de personas “en situación de calle”, dándole una envoltura más elegante al mismo problema; lo importante aquí no será el nombre, sino el trato que reciben estas personas día a día de parte de sus coterráneos y de la administración pública.

 

A lo largo de la historia, la ciudad de Medellín ha recibido gratas visitas como la de su Santidad Pablo VI en 1968 y Juan Pablo II en 1986; igualmente se ha recibido a jefes de Estado y celebrado grandes encuentros culturales y deportivos como los Juegos Centroamericanos y del Caribe Medellín 78, entre otros, sucesos o acontecimientos que llevaron a cambiarle la cara  a la ciudad, recogiendo cuanto harapiento y menesteroso enrareciera el ambiente, haciendo ver fea la otrora “tacita de plata”.

 

Ante la magnitud de estos eventos, las diferentes administraciones municipales, sólo se preocuparon por mostrar el lado amable de la ciudad, vendiendo una imagen que no correspondía a la realidad; las calles se barrieron y entre la basura o desechos, también se sacó del paisaje de la ciudad a los “miserables”, en términos de Víctor Hugo, o a los habitantes en situación de calle como se refieren los administradores públicos hoy. Es lógico que, al recibir una visita, se debe organizar bien la casa y en este caso la ciudad, pero nunca escondiendo la realidad.  Nadie  debe sentir vergüenza por lo que tiene o lo que le toca vivir.

 

La administración municipal está preparando la ciudad para la Asamblea del BID en su cincuenta aniversario; para tal fin se están parchando los huecos de las calles, pintando los postes, arreglando andenes, lavando las barandas de los puentes, podando maleza y arreglando  jardines, etc.  Pero, ojala  no se maquille o se enrarezca el ambiente más de la cuenta, quien quiera o se enamore de la ciudad la debe querer con sus aciertos y sus problemas; la pobreza, o mejor la gente pobre también hace parte del paisaje, las grandes ciudades del mundo también han leído la obra de Víctor Hugo y han reconocido que el problema antes de esconderlo debe solucionarse.  En vez de esconderlos, se deben mostrar al mundo los esfuerzos físicos y económicos que se están haciendo por brindarles techo, comida y abrigo… que no se recurra a viejas costumbres, cuando algunas familias escondían a sus visitas, los hijos con síndrome de down o mongólicos, temiendo a los prejuicios o el qué dirán; encerrándolos en una alcoba hasta que se fueran los visitantes.