Por: Eugenio Prieto

Se cumplió ayer el décimo aniversario de un acontecimiento que cambió la historia de Antioquia y que todavía tiene muchas de sus enseñanzas por darnos: el secuestro del gobernador Guillermo Gaviria Correa y el comisionado Gilberto Echeverri Mejía, cuando encabezaban la Marcha Noviolenta de Solidaridad y Reconciliación con el municipio de Caicedo. 54 semanas después se produciría su asesinato. Aunque Guillermo y Gilberto no están físicamente con nosotros, ellos nos trazaron el proyecto ético-político y nos señalaron el camino que hoy recorremos con esperanza.

Gilberto Echeverri Mejía tuvo lo que nos encanta describir como una vida bien vivida. Sus años estuvieron llenos de amor por su familia, por su profesión de ingeniero, por su tierra antioqueña, por su país, por el progreso, el bienestar y la paz. Tomó cada uno de sus propósitos con amor, dedicación y estudio, logrando hacerse ejemplo para sus  colegas y amigos, para las generaciones jóvenes de colombianos.

Comenzamos a mirar su gran dimensión cuando presidía Proantioquia y levantó su voz para despertar a su tierra, a sus amigos empresarios, a nuestra clase política, del letargo al que habían caído, al sentirse una región próspera y con las puertas del futuro abiertas. Gracias a su tenacidad, nuestro departamento logró reunir a sus más brillantes políticos, empresarios y académicos, para construir juntos un proyecto de región que previera las dificultades económicas y sociales que se avizoraban en el horizonte.

El programa Prospectiva Siglo XXI sentó las bases de un modelo de planeación en el que la cooperación público-privada (entendida la privada como la de los empresarios, las organizaciones sociales, los grupos de ciudadanos) tiene la capacidad de reconocer las expectativas legítimas de todos los actores sociales y de comprometer sus voluntades en la conquista de los objetivos comunes.

Si como región, Antioquia ha conseguido superar los malos momentos de la violencia guerrillera y paramilitar, la arremetida narcoterrorista, la corrupción de algunos sectores de la clase política, ha sido por su voluntad de trabajar unida, la  misma que inspiró a  Gilberto y plasmó en iniciativas innovadoras como el Planea, que maduró con la sabia dirección de la doctora Beatriz Restrepo, y tiene en su tanque de pensamiento, soportes estructurales para la promisoria Alianza Medellín Antioquia.

A Gilberto el estadista, el exministro, el exgobernador, le debemos también haber logrado sacar el interés por la reconciliación de los colombianos de las estrechas banderías ideológicas y de los intereses extremistas que acabaron legitimando la violencia como instrumento para buscarla. Su búsqueda por hacer de la paz una política de Estado lo llevó a un segundo y muy fructífero encuentro con el doctor Guillermo Gaviria Correa: el de la Noviolencia, ruta y trasegar al que dedicó los últimos años de su vida.

Llevamos en el alma los abrazos infinitos de Gilberto, su figura conversando con los jóvenes que lo proclamaron “Parcero Mayor”, no olvidamos su caminar rápido en busca del cambio, no podemos olvidar su imagen en el puente El Vaho, de donde partió con el gobernador. Pero sobre todo, tenemos para siempre como nuestra guía las lecciones de ética que dejó a sus hijos y nietos, y con ellos a nosotros, y sus enormes enseñanzas como servidor público que reconocía la importancia de educar, transformar y servir a la sociedad que le había entregado su confianza.

Estando en cautiverio, Gilberto escribió a su nieto Tomás lo que hoy leemos como un enorme testamento de vida y comprendemos como el mejor legado que un adulto les da a sus herederos -todos nosotros-. Hoy, en homenaje a su vida fructífera recogemos sus palabras para extenderlas a los nuevos antioqueños y colombianos que harán florecer la paz en estas tierras: “Cuando seas grande debes ser un hombre honrado, justo, ético y humano. Además un excelente hijo, hermano y amigo”.