Por: Rodrigo Pareja

Hay que ver como ponen el grito en el cielo los empresarios del periodismo cuando por alguna circunstancia, real o imaginaria, presienten que sus intereses – económicos ante todo – se encuentran amenazados, y por ende también la tan cacareada y socorrida libertad de prensa.

Figura que esgrimen cual leviatan cada vez que pueden, para calificar como dictatoriales y antidemocráticas algunas determinaciones de ciertos gobiernos, y en lo cual hasta la razón puede asistirlos en algunas ocasiones.

La flamante Sociedad Interamericana de Prensa — que es como la ANDI de los empresarios y negociantes del periodismo– es la primera que suele vociferar contra las pretensiones, reales o ciertas de algunos regímenes en contra de esa socorrida libertad de prensa.

 

Esa entisad y sus principales personeros mantienen, no obstante, un silencio vergonzoso cuando se trata de una adecuada autocritica, y pasan de agache ante algunas actuaciones de miembros suyos que también van contra esa libertad de prensa, figura que al paso que va quedará tan desprestigiada como la ética, la cual todos invocan en defensa propia pero violan y omiten cuando no favorece sus intereses.

Basta recordar nada más el no tan lejano episodio de la revista Cambio cuyos periodistas principales, convertidos de la noche a la mañana en incómodos compañeros de viaje a raíz de graves y sustentadas denuncias, tuvieron que renunciar a ser fieles a la profesión y al sagrado ministerio periodístico que ejercían con decoro y verticalidad.

Se les dijo a ellos y se pretendió convencer a la opinión que la decisión estaba motivada en razones económicas, y entonces la inflaible Sociedad Interamericana de Prensa nada dijo ni arguyó contra esa libertad de prensa que con tanta frecuencia invoca para defender sus intereses, esos si, pecuniarios al ciento por ciento.

El más reciente caso de esta solidaridad de una sola vía, tal como la entienden y practican los empresarios y negociantes del periodismo, tiene que ver con el valeroso Holman Morris, uno de los poquísimos periodistas colombianos que ha tenido lo que alguien llamo fuerza testicular, para denunciar una serie de tropelías y desafueros que afectan a ciertos poderosos sectores.

Mientras entidades gremiales internacionales abogan por Morris y sientan su voz de protesta ante Estados Unidos por no haberle concedido visa para estudiar en una universidad norteamericana, sus propios colegas colombianos mantienen un ominoso silencio.

Las entidades que uno supondría son las llamadas a respaldar a Morris en este momento, en el cual si se afecta la libertad de prensa, nada hacen ni han dicho para respaldar a su colega. Claro, Morris no es empresario negociante del periodismo ni acostumbra ofrecer almuerzos, comidas y agasajos.

Como su único mérito es la verdad y un esmero desmedido por ejercer como debe ser la profesión de periodista, resulta incomodo para algunas entidades gremiales, convertidas a veces por la audacia y la indelicadeza de algunos, en simples cajas de resonancia de los sectores público y privado.

Por eso es mejor dejar solo a Holman Morris en este momento, así la tan manoseada libertad de prensa sean apenas dos palabras mas, desprestigiadas y carcomidas por algo que antes se llamaba solidaridad y ahora ni siquiera llega a indiferencia.

Obvio, con esta actitud, se pueden mantener a la orden del día las pautas publicitarias, los almuerzos, las comidas y demás prebendas por las cuales si trabajan con ahinco algunos que se dicen dizque directivos gremiales dentro del periodismo.

Nota Bene: Una vez pusimos el punto final a este escrito, supimos que la SIP decidió finalmente hacer una tibia petición al gobierno de los Estados Unidos para que se revise la decisión sobre el colega Morris. Algo es algo… peor es nada…