Por: Rodolfo Correa

He estado expectante frente al macabro espectáculo que algunos medios de comunicación han querido crear alrededor del General Palomino con el propósito de sacarlo por la puerta trasera de la policía nacional. No obstante, siento que el silencio de los ciudadanos se torna en cómplice de esta infamia.

No conocemos detalles del enfrentamiento del General Palomino con algunos periodistas bogotanos, pero es evidente que el torbellino de acusaciones y de intentos de desprestigiar al oficial, provienen de allí.

Primero intentaron imputarle enriquecimiento ilícito, luego, trataron de atribuirle una posible inclinación a la homosexualidad y, ahora, no obteniendo los fines propuestos, la organización criminal que hay detrás de todo esto, ha arremetido contra el prestigio de toda la policía nacional, acudiendo a revelar aspectos de la vida sexual íntima de algunos miembros de la institución.

En consecuencia, en redes sociales se están propagando memes burlándose no sólo del General sino de toda la entidad policial. Nada más nefasto para la organización social. Esa no es la forma de tratar a una institución democrática, esa no es la forma de responder a los más de30 años de servicio de un General de la República.

La ciudadanía no puede servir de idiota útil a los intereses de ciertos medios y ciertos periodistas que escondidos tras la pluma persiguen intereses económicos o políticos particulares.

Los ciudadanos debemos estar conscientes del peligro que corremos todos cuando toleramos que el periodismo utilice como arma de marketing la vida íntima de las personas.  El periodismo es el guardián de la democracia y la democracia se basa en el respeto de los derechos individuales.

Permitir que ciertos periodistas acudan a los escándalos sexuales como forma de sobresalir en su rol profesional, equivale dejar al ladrón encargado del cuidado de nuestras casas.

Dejar que sean los periodistas malintencionados los que pongan y quiten funcionarios, no es otra cosa que volver a la época de la Francia revolucionaria donde Jean Paul Marat desde su periódico emitía el listado de los que debían ser enviados a la guillotina, y los incautos ciudadanos solo obedecían infundadamente.

Queda en el aire una pregunta para comenzar a desenredar el costal de anzuelos ¿sabemos quién es el Marat que quiere enviar a Palomino a la Guillotina?