Por: Rodrigo Pareja

Así como el congreso de víctimas del terrorismo que tuvo entre sus ilustres asistentes a los Príncipes de Asturias fue de ribetes internacionales, también la vergüenza que vivió el país por cuenta de la denuncia formulada por una humilde mujer afrodescendiente, tuvo que haber alcanzado dimensiones mundiales. Con ingenuidad y sencillez que hacen más veraz su tétrica denuncia, María Cecilia Mosquera contó que desde hace diez años, cuando fue víctima del ELN y su demencial atentado de Machuca, el gobierno no ha acudido ante ella y su familia con la tan cacareada reparación.Y no lo dijo en cualquier clase de reunión. Lo afirmó, casi sin querer, nada menos que ante el propio Presidente de la República, quien en casi siete años de mandato no ha podido hacer que el Estado haga justicia con esta mujer, que perdió a su marido y a tres hijos en ese sonado acto terrorista que, al igual que el de Bojayá, protagonizado por las Farc, le dio la vuelta al mundo.Como suponemos le estará dando también la vuelta al mundo esta increíble muestra de dejadez y de olvido con las víctimas, para las cuales la palabra reparación no deja de ser una muletilla empleada cada vez más por los gobiernos incumplidos e insensibles, incluido el de  Andrés Pastrana, y por quienes en sendas comisiones u organismos oficiales fungen como sus voceros oficiales y oficiosos.Reparación ? Eso qué es, podrá preguntarse con toda razón María Cecilia Mosquera, ahora  viuda, sin tres de sus hijos y todavía con las imborrables huellas en su cuerpo, dejadas por el abrasador fuego del oleoducto incendiado por los guerrilleros del ELN el 18 de octubre de 1998 en un sitio hasta ese día inédito en el mapa mundial, pero convertido después en la más azarosa referencia de la crueldad y el lunatismo de la guerrilla.

Qué habrán podido pensar los príncipes de Asturias, sus paisanos españoles afectados por el terrorismo de ETA y los periodistas internacionales ante semejante denuncia de María Cecilia Mosquera, en ese momento retrato y vocera fiel de miles y miles de víctimas del terrorismo guerrillero, paramilitar o de Estado, para quienes todavía la reparación no deja de ser una palabra manoseada y prostituida ?

Ese día y ante tamaño escenario repleto de personalidades, la no reparada hasta ahora María Cecilia Mosquera, incumplió aquella sentencia popular que aconseja no mencionar la soga en la casa del ahorcado.  Pero lo hizo en una forma tan sencilla, tan ingenua y tan llena de verdad, que resultaría imposible endilgarle el mote de enemiga del gobierno o amiga del terrorismo, como ocurre casi siempre que alguien alza su voz para formular cualquier reclamo al poderoso gobierno central.

En cualquier país distinto de Colombia estarán preguntándose con toda razón cual es la  clase de reparación que aquí se dispensa a las víctimas del terrorismo, porque si todas reciben el trato que María Cecilia Mosquera denunció en su dramática intervención, en realidad la justicia no existe.

Aquí la grave denuncia pasó inadvertida para los grandes medios de comunicación, preocupados más bien por los tacones de doña Leticia, el terno que lucía su Príncipe consorte o el menú que más tarde irían a consumir. Todo dentro del estilo de periodismo anodino y almibarado que se ha ido entronizando poco a poco en medio de la hipnosis general, capaz de maximizar lo nimio y minimizar lo verdaderamente importante.