Por: Jorge Mejía Martínez
El colmo de un espantapájaros es no asustar a nadie. Eso es el partido liberal. De partido conserva el nombre reducido a una letra grande, roja, hermosa, fósil viviente a punta de recuerdos de epopeyas cada vez más lejanas y difusas en las mentes de los más adultos de esta patria. En las horas previas a la jornada del 30 de mayo, las pantallas de la televisión y las frecuencias de la radio se llenaron de mensajes de 10 segundos para recordarle a los bermejos que liberal vota liberal. Inútil convocatoria. Los liberales terminaron haciendo fuerza no para estar entre los dos primeros que pasarían a la segunda vuelta, sino para obtener, al menos, el 4% del total de votos para que Rafael Pardo no tuviera que cargar con el pago de los anticipos otorgados por el Estado. Con excelente fórmula presidencial, Rafael Pardo y Aníbal Gaviria, surgida luego de una democrática consulta popular; con una propuesta programática seria, social y diferenciadora en temas cruciales -papel de las víctimas, intercambio humanitario, primer empleo, reducción del costo de la gasolina-, el liberalismo quedó reducido a una expresión vergonzante en la política nacional. La explicación está en lo ocurrido entre el 14 de marzo y el 30 de mayo. De 1.800.000 votos para los Senadores y Representantes liberales, se pasó a menos de 700.000 sufragios. La mayor parte de la bancada parlamentaria liberal, electa y reelecta, abandonó el Partido Liberal para acomodarse subrepticiamente en la campaña del candidato de la U. El liberalismo se convirtió simplemente en un suministrador de avales, pero no en una opción real de poder. Rafael Pardo, Aníbal Gaviria y otros pocos, estuvieron engañados. Como el marido cornudo, fueron los últimos en darse cuenta de la infidelidad de la mayoría de su bancada.
A muchos de esos congresistas los veían en los desayunos con el candidato liberal, para rendirle luego pleitesías a Juan Manuel Santos. E incluso, muchos de ellos apoyaron a Rafael Pardo en la consulta liberal de septiembre de 2009. Ahora, sobre el cadáver de la candidatura liberal, sacan pecho para reclamar el apoyo a Santos con el anzuelo de la ilusa reunificación del fragmentado Partido liberal. En manos de los sepultureros de hoy no está la posibilidad de revivir la otrora gloriosa colectividad. El Partido de la U, con todo el legado de éxitos y fracasos de Uribe, se consolidó este domingo. Nadie se va a devolver de allí. Al contrario, lo contó un Senador de la U en Antioquia, algunos supuestos liberales parecen cucarachas tratando de ingresar por debajo de la puerta, mientras escoba en mano los santistas intentan sacarlos a la calle. ¡Qué vergüenza!
Vaca ladrona no olvida el portillo. Estos congresistas actuaron así el domingo, y lo van a seguir haciendo más adelante. La podredumbre va a seguir. La posibilidad de recuperar la vocación de poder perdida, restableciendo la confianza de la población, se canceló definitivamente por ahora o por siempre. Hoy el dilema es: burocracia o renovación. La mayoría quiere el clientelismo a la oxigenación. El Partido Liberal quiere sobrevivir siendo cola de ratón y de león.
La única posibilidad es asumir la reconstrucción del alicaído Partido Liberal desde los territorios, desde lo local y lo regional, desarrollando y enarbolando el programa social de Pardo por parte de los aspirantes a gobernaciones, alcaldías, concejos y asambleas. Los congresistas insolidarios e irresponsables con la formula liberal se deben ir de una vez para el partido de la U. Es lo mejor que puede pasar. Mientras tanto, hay que mirar para otro lado.