Margarita María Restrepo

Por: Margarita Restrepo

Esta semana, los colombianos nos indignamos por cuenta de la entrevista que en La W, se le hizo al terrorista alias “Jesús Sántrich”, cabecilla de las Farc.

En el reportaje, Sántrich desplegó todo el cinismo posible. Su actitud es la ratificación de la actitud desafiante de la banda criminal con la que Santos pactó la entrega de la democracia colombiana.

Sántrich funge como vocero de las Farc. Sus palabras reflejan la posición de esa estructura criminal y por eso, generan mucha preocupación las respuestas que dio frente a un tema neurálgico: el reclutamiento forzado de menores de edad por parte de las Farc.

El reclutamiento de niños es un crimen de lesa humanidad por el que la corte penal internacional ya ha impuesto ejemplarizantes condenas.

Temprano o tarde, los cabecillas de las Farc serán castigados en ese tribunal por aquel delito que en Colombia quedará cobijado por la impunidad.

En tono cínico, Sántrich negó que las Farc hayan incurrido en el reclutamiento sistemático de menores de edad. Al ser confrontado por la periodista que le citó cifras proveídas por la fiscalía y la defensoría del pueblo, el cabecilla del terrorismo se limitó a decir que esas denuncias son hechas por entidades de un establecimiento al que ellos enfrentaron.

Eso quiere decir que las Farc no van a aceptar que tienen niños en sus campamentos terroristas y, lo que es peor, no los piensan liberar.

Aquello obliga a que se adopten medidas urgentes para impedir una catástrofe humanitaria. Nadie puede confiar en la banda criminal de las Farc. Si sus cabecillas, como Sántrich, son capaces de negar la presencia de menores de edad en sus filas, no tendrán mayor inconveniente en ordenar una ejecución o desaparición masiva de los menores para borrar cualquier huella de ese crimen.

Los señores de las Naciones Unidas, que tienen tanto interés en organizar bailes con los miembros de las Farc a los que supuestamente tienen que vigilar y desarmar, deberían concentrar sus esfuerzos en evitar la masacre de menores que las Farc podrían llevar a cabo.

Nadie puede creer que con base en mentiras, manipulaciones y negaciones de crímenes atroces, se podrá construir una paz estable y duradera como la que ha vendido el gobierno de Santos.

Los integrantes de las Farc, además de quedar impunes, habilitados para ser elegidos y nombrados en cargos públicos, fueron exonerados de contar la verdad y reconocer los actos de barbarie que cometieron contra el pueblo colombiano.

El gobierno, con la actitud de abierta complicidad con las Farc, está incumpliendo su deber irrenunciable con las víctimas. Una cosa es buscar la paz con una estructura armada ilegal, pero otra muy distinta es convertir al Estado en cómplice de los crímenes cometidos, facilitando el camino para que los victimarios escondan sus atrocidades y no reconozcan la autoría de las mismas.

Los medios de comunicación en una democracia son libres de abrir sus espacios para todas las voces. Pero, la entrevista a alias Sántrich, nos obliga a una necesaria reflexión: ¿No resulta revictimizante, permitir que un terrorista que no se ha desmovilizado ni entregado sus armas conceda entrevistas en las que se dedica con todo el cinismo posible a  negar sus crímenes?