Por: Gustavo Salazar Pineda
Acorde con lo que he venido exponiendo hace varias semanas en este espacio sobre el capital erótico y la explotación del cuerpo, la belleza, el carisma y otros atractivos personales por parte de las mujeres y a veces de algunos hombres, debo afirmar una vez más que en el discurso de las autoridades que supuestamente combaten la prostitución y el proxenetismo, existe un tanto de hipocresía y mucho desacierto en la forma de encarar el tema y tratar de erradicarlo, esto último imposible ya que la prostitución es tan vieja como la existencia del hombre sobre el planeta.
Son pocos los gobiernos en el mundo que hayan enfrentado el fenómeno del comercio carnal con acierto y de manera socialmente adecuada. Ni la misma Francia, cuya capital ha sido vanguardista en temas sociales, ha podido controlar y erradicar este fenómeno. Paradójicamente la izquierda gala tomó medidas para erradicar a miles de mujeres que hace años vendían públicamente su cuerpo en el famoso Bois de Bolougne o Bosque de Bolonia, el Jicky y el Pillage, lugares parisinos de alta concentración de mercadeo de miles de mujeres de muchos países del mundo. La derecha, más hedonista y pragmática, no se ha desgastado con una situación inmanejable en la que necesita es regulación legal y control fiscal de las trabajadoras sexuales. La sociedad anglosajona, especialmente el Reino Unido y los Estados Unidos, se siente incómoda aceptando que un adulto sin presiones y que tenga capacidad para dar su consentimiento, haga con su cuerpo lo que quiera. Lo mismo ocurre con las naciones que se dejan influenciar por la cultura de estos países; nosotros los latinoamericanos, con complejo de inferioridad, que nos sentimos bien emulando y siguiendo las costumbres de estos fríos y flemáticos rubios, de la que Colombia es una fiel copia, nos sorprendemos del turismo sexual de varias ciudades de nuestro país.
Oscar Wilde destruyó su vida personal por andar cuestionando y condenando la hipócrita sociedad londinense de hace más de un siglo; los americanos son campeones mundiales de la hipocresía sexual. Esta extensa y reprimida nación que cuenta con los estados más retardatarios y anticuados del mundo, condena el delito de prostitución en la mayoría de los 51 estados de la Unión, pero ello no impide que sea una de las sociedades que más comercie con la sexualidad.
Hace cerca de medio siglo que la famosísima madame de origen holandés, Xaviera Hollander, revelara al mundo entero el enorme entramado de prostitución de Nueva York en los niveles altos de ejecutivos, magnates y gobernantes, que llevaban una doble vida: una privada de goce extramatrimonial y otra pública y aparente de monogamia estricta. La inteligente rubia Hollander fue puesta en prisión y al salir escribió su conocido libro “La alegre madame”, con el que se convirtió en millonaria, pues sus primeras ediciones vendieron 17 millones de ejemplares. Sin dar nombres, lo que hizo fue poner al descubierto lo que todo el mundo sabía o sospechaba: que el hombre que tiene dinero jamás es fiel a su esposa y que la clase alta del gobierno, de la industria y del comercio, es la que más fornica a escondidas. Ello explica por qué hace unos pocos años la señora Dania Londoño satisfizo sexualmente en Cartagena a los guarda espaldas del entonces presidente Obama y fue objeto de un conejo que a la postre le significó ganarse decenas de miles de dólares y tener entre sus clientes a un acaudalado jeque árabe. En días recientes se ha destapado otro escándalo con otra madame de la misma zona del país, que excepto su compromiso de incluir menores, no es más que un lucrativo negocio femenino.
Más serenas e inteligentes son las holandesas que han hecho de Amsterdam la capital mundial de la prostitución sin que por ello se ruboricen o renieguen, por el contrario, la ciudad de los canales, la otra Venecia europea, convive con las adicciones a las drogas y la venta carnal sin que la reina se inmute. Alemania hizo otro tanto y convirtió a Hannover en puerto putón, famoso mundialmente, en un centro de comercio sexual regulado por las autoridades en el que miles de mujeres, incluidas colombianas, pagan sus impuestos como cualquiera otra actividad.
Una separata especial sobre el marketing sexual colombiano hace la revista Semana en su número 1893. Los libros y las series de televisión “Sin tetas no hay paraíso” y “Sin tetas sí hay paraíso”, confirman que las paisas y otras mujeres de Colombia saben para qué sirve su anatomía, sus encantos y sus coqueteos lúbricos.
Acierta el editorial del diario El Espectador, el domingo 12 de agosto de 2018, cuando pide tomar medidas legales similares a las de las autoridades alemanas y holandesas.
Por la zona rosa de Medellín abundan carteles en idioma inglés proscribiendo el turismo sexual y desde que se colocaran a la entrada de muchos lugares del parque Lleras y aledaños, más jóvenes de las comunas van a ofrecer sus encantos sexuales. Años antes era el lugar donde mujeres de clase media, las llamadas prepago, hacían lo mismo, hoy, ellas, se han sofisticado y hacen sus negocios sexuales, inclusive internacionales, por las redes sociales. En el gran Caldas sucede lo mismo. De allí surgió la inteligente, erótica y sensual empresaria Esperanza Gómez Silva, es de Belalcázar esta bella y pragmática comercializadora de sus senos postizos, sus nalgas atractivas y su intensa fogosidad sexual.