Por: Eugenio Prieto
“Somos una región, un país de contrastes, de diversidad, riquezas y oportunidades, de pobreza, exclusiones, marginamientos, indiferencia e insensibilidad social”: senador Eugenio Prieto. (Partido liberal)
En homenaje al líder de la independencia de la India, pionero de la filosofía de la no violencia, Mahatma Gandhi, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció desde el 2007, el 2 de octubre, fecha de su nacimiento, como Día Internacional de la No violencia.
Esta fecha es ocasión propicia para reflexionar sobre la relevancia universal del principio de la no violencia y reafirmar el espíritu y profundo valor de esta filosofía, de esta revolucionaria doctrina ético-política.
También, recordamos convicciones de vida, lecciones valerosas, incluso incomprendidas, como las de Guillermo Gaviria Correa y Gilberto Echeverri Mejía, quienes con su ejemplo nos inculcaron hasta el fondo del alma la no violencia como una válida y valerosa opción de vida, como proyecto político y filosófico que proclama el amor universal, que mira directo al corazón, que evita todo prejuicio, discriminación o estigma.
Un proyecto de vida inspirado en la filosofía de la no violencia, nos exige cambiar nuestra manera de pensar, de vivir, de actuar. Un proyecto de vida que cristalice el sueño de que es posible construir alternativas justas, equivalentes e incluyentes, para enfrentar los conflictos sociales sin recurrir a la violencia.
Una cultura soportada sobre un verdadero poder social, que se exprese válidamente en la repulsa colectiva y solidaria a los hechos violentos, que garantice los cambios profundos que reclaman el injusto orden de cosas que vivimos en lo social, en lo económico, en lo democrático.
No olvidemos que las violencias matan la política. Por ello, una transformación cultural basada en un proceso pedagógico de la no violencia es inaplazable.
Una cultura que se exprese en su más amplia dimensión en el reconocimiento de los derechos y las libertades y de la corresponsabilidad que todas y todos tenemos, un poder social que tiene en la democracia la forma eminente no violenta de regir una sociedad que busca su mayor humanización.
Somos una región, un país de contrastes, de diversidad, riquezas y oportunidades, de pobreza, exclusiones, marginamientos, indiferencia e insensibilidad social; territorios que se expresan en crecimiento económico sin bienestar social, permeados por diferentes tipos y formas de violencias que alcanzan proporciones en verdad alarmantes, poblados por caudales de voluntades, de personas, organizaciones, instituciones y prácticas de convivencia mil veces mayores a los obstáculos, que anhelan la paz, que desean permearse de no violencia.
Territorios y seres humanos que debemos estimular a continuar adelante sin desmayo, en el desarrollo de movimientos ciudadanos que se proyecten a través de redes articuladas al sistema educativo formal y no formal, a la docencia, investigación, extensión, que desarrollen sus fundamentos filosóficos a través de los discursos, metodologías y herramientas didácticas pertinentes para el aprendizaje y empoderamiento colectivo de la filosofía de la no violencia como forma de vida y práctica ciudadana, de acuerdo con nuestras particulares condiciones políticas, económicas, sociales y culturales.
2 de octubre, Día Internacional de la no violencia, reitero con Guillermo y con Gilberto y con los hombres y mujeres que nos han legado su ejemplo, sus vidas, que nos han mostrado el camino que algún día de manera inevitable vamos a tomar para construir nuevos espacios donde todos quepamos, nuevas realidades donde todos podamos expresarnos y sea posible la vida digna, con el vigor perenne de su ejemplo, desde la filosofía de la no violencia, que continuaremos la marcha hacia la construcción de una sociedad que privilegie el respeto a nuestros territorios, a su memoria, a la diferencia, a la inclusión, el diálogo, a la capacidad de proponer y construir colectivamente, entre todas y todos, una sociedad más justa y equitativa.