Por: Jaime Jaramillo Panesso
Ustedes, jóvenes colombianos, cuya mayoría vive en las ciudades, que estudian en las instituciones públicas o privadas, de niveles que van desde los ciclos de pregrado a maestrías, que miles están matriculados en universidades, tecnológicos, academias especiales, en el Sena, en bachilleratos diurnos y nocturnos y, en fin, que trabajan en distintos oficios rurales o urbanos, ustedes, jóvenes compatriotas, están observando un proceso de paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas – Farc – es decir, entre el Jefe de un estado legítimo con doscientos años de existencia, y un grupo de “rebeldes” que han cometido toda clase de crímenes para tomarse el poder por la vía violenta, sin lograrlo.
El proceso, como se habrán dado cuenta, está en la etapa de firmar un acuerdo. Y cuando algunos de ustedes lean este artículo, ese documento ya habrá sido firmado en el marco de una escenografía carnavalesca donde todos los actores, incluidos jefes de estado que han agredido a Colombia, portarán caretas de regocijo y fraternidad, como el delegado del imperio, propulsor encubierto del proceso. Este evento hace parte de una tarea diabólica: convencerlos a ustedes de que aquí comienza una nueva nación, que lo demás es el pasado que debe olvidarse. Pero lo más grave es predisponerlos a la aceptación íntegra del acuerdo entre las Farc y Santos, a votarse el domingo próximo, 2 de octubre, en un plebiscito. Todo este sainete, antes de la votación plebiscitaria, está antecedido por un ciclón de propaganda nunca antes visto, por la radio, la TV y la prensa escrita o digital, pagada una y obligada otra, para comprometer sus voluntades de ciudadanos libres, en un amplio conjunto de alienados por una causa que, tal como está descrita en los acuerdos, conduce a próximos períodos de confrontación entre los colombianos, a una crisis económica inflacionaria y a un desbarajuste del sistema judicial y constitucional. Que se aprovechen de ustedes los jóvenes colombianos, dizque por la razón de no haber sufrido la violencia fariana en los últimos cuatro años de negociación, es un falso argumento ante el silencio forzado de los secuestrados que permanecen en manos de la guerrilla o están bajo las tumbas, ante la falta de entrega de los menores de edad enguerrillados y ante el baño lustral de los criminales para lavarles las manos tintas en sangre de los colombianos con sus delitos de lesa humanidad.
Esta película apenas comienza. Quiere el gobierno y sus aliados que el voto de la juventud valide un contrato a término indefinido, confuso y capitulante que se esconde en la frase de apoyar una paz sostenible y duradera. Dura será la paz santo-fariana si su voto lo bota en el plebiscito apoyándolo. Dijo El Libertador: “La clemencia con los criminales es un ataque a la virtud” (1829). Y otra más de Don Simón Bolívar: ”Los malvados no tienen honor ni gratitud, y no saben agradecer, sino temer” (1827).