Por: Luis Pérez Gutiérrez
Nada más lamentable para una sociedad que una universidad pública cerrada y paralizada.
Mientras en algunas universidades públicas cursan un solo semestre por año, y en ocasiones hasta ninguno, las universidades privadas cumplen a cabalidad con los dos semestres por año, y a veces hasta más, cuando se ofrecen cursos de verano. Así, la competitividad de las universidades públicas se golpea en desventaja para los más pobres de la sociedad.
Llama la atención que se cierre una universidad pública y ninguna preocupación social mayúscula se observa. La Sociedad se volvió insensible ante el cierre de un claustro universitario. Y en ocasiones, mucha gente siente hasta alivio cuando le echan candado a una universidad pública.
Por estos días la Universidad de Antioquia despertó de una pesadilla: Se había convertido en el centro de expendio y consumo de drogas más impune de Antioquia. Y como negocios ilícitos adicionales estaban creciendo la extorsión y otros delitos que avergüenzan. Ese cumulo de ilegalidad obligó al cierre de la Universidad.
Los Ilegales no miden el enorme daño que le hacen a la sociedad, en lo económico y en lo social, cuando colocan un campus educativo como espacio para la ilegalidad.
Un cierre de la Universidad de Antioquia tiene unos costos inmedibles.
Desde el punto de vista presupuestal, cada día que se cierra la U. se pierden cerca de $1.500 millones de dinero público. Muy pocas empresas en el país se ganan $1.500 millones diarios. Qué no se puede hacer en bien del país con $1.500 millones diarios! Pero con la Universidad Cerrada se van al cesto de la basura.
Cada vez que se cierra la Universidad más de 30.000 jóvenes quedan a la deriva, buscando qué hacer en lo legal o en lo ilegal. Una ciudad como Medellín, llena de conflictos, y colocar 30.000 jóvenes al acecho, vagando, esperando que pase el diablo a ofrecerles un empleo en la ilegalidad, es un nuevo riesgo social.
Cada Vez que se cierra la Universidad a más de 2.000 profesores pagados con dineros oficiales, no los dejan trabajar. Algunos cursos de la UdeA, han tenido menos de cinco semanas de clases en un año. Es una vergüenza!
En buenahora la gobernación tomó la iniciativa de rescatar la universidad de los ilegales. Hay que apoyar que el campus universitario sea un espacio de libertad y no de ilegalidad. Con el cúmulo de avivatos del delito hay que persistir en que no ingresen a la universidad los que tienen empresas del delito que atentan primero contra la autonomía universitaria. Si los enemigos agazapados de la universidad no se desenmascaran, van a destruir la universidad pública, siempre afectando primero a los más necesitados.
Es hora de discutir y decidir si las universidades públicas necesitan una Policía Universitaria Especial que sea capaz de diferenciar y controlar el delito de la droga y otros que se están apoderando de las entidades educativas. Y que al mismo tiempo respete sin falta la libre opinión, la autonomía universitaria, y el derecho a disentir propio de la dialéctica universitaria.
Pero además, es necesario preparar la Universidad Pública para enfrentar los cierres recurrentes. Hay que crear una estructura académica que aunque cerrada, funcione. Cerrada pero no paralizada.
Para derrotar a los que no aman la universidad abierta, hay que inventar planes para que, aunque cerrada, estudiantes y profesores sigan trabajando. Una sugerencia, y en la Universidad que es el templo de la inteligencia deberían surgir más, es que así esté la universidad cerrada, los profesores sigan dictando clases por Internet y avanzando con los estudiantes de una manera virtual o por otros medios que permita la tecnología, para que la U no pare de cumplir su función social.
Eso de cerrar la universidad y que estudiantes, trabajadores y profesores cierren la mente, es una pérdida social enorme.