Por: Jorge Mejía Martínez

“A mí me parece lógica la intransigencia tratándose de ideas esenciales” Pío Baroja

Confieso mi admiración por la Comunidad Jesuita de Colombia. El Cinep y la Pontificia Universidad Javeriana son dos de los muchos instrumentos soporte de su misión pastoral en pro de las causas de los más débiles del país. Dos nombres despiertan retorcijones en los sectores más retardatarios, no necesariamente ligados al ejercicio del poder: Francisco De Roux y Javier Giraldo.

 

“Los cínicos ganan en Colombia porque se la juegan a fondo” le dijo el sacerdote De Roux – seguidor de las enseñanzas Ignacianas y Provincial de la comunidad, ex director del Cinep, Doctorado en economía de la Universidad de la Sorbona y Magister del London School of Economics- a la periodista Margarita Vidal. La impudencia ante los hechos es el mecanismo de defensa proverbial de quienes siendo dirigentes, son incapaces. Es lo que De Roux ha percibido en su ejercicio como director del Programa por la Paz de la Compañía de Jesús, de donde salió a dirigir el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, un laboratorio donde pudo aprovechar sus conocimientos en temas de ética pública, conflicto social y desarrollo económico y que le valió en 2001 el Premio Nacional de Paz, así como la medalla de Caballero de Honor de la Legión Francesa. Un colombiano con autoridad para hablar duro ante los poderosos.

El padre Javier Giraldo, de la misma escuela de De Roux, ha sido un provocador contra la pobreza y la injusticia. La fe del cristiano al servicio de causas incomprendidas y dolorosas, marca su trasegar en medio de situaciones donde el conflicto armado colombiano convierte a los que se acercan como protagonistas bien intencionados, en víctimas de la intemperancia y la polarización, trazas de nuestros tiempos en Colombia. El nombre de Javier Giraldo me recuerda la metamorfosis de Kafka al  revés: de la ponzoña al respeto. De escuchar su nombre, con urticaria, relacionado con la radicalidad de la comunidad de paz de San jose de Apartado, hoy aprecio su coherencia intelectual y practica para enfrentar la impudicia de quienes nos gobiernan. No me cansaré de pedirle perdón a la Comunidad de Paz de San Jose de Apartado, porque ejerciendo como Secretario de Gobierno departamental 2004-2007, hice eco de interpretaciones descalificadoras del gobierno nacional y las autoridades uniformadas de la región de Uraba, para abordar indebidamente la violencia inclemente desatada por militares y paramilitares contra los miembros de dicha comunidad de paz. La justicia nacional e internacional, cojeando, le dio finalmente la razón al Padre Giraldo.

Para muchos defensores del statu quo, los pronunciamientos y comportamientos de los sacerdotes jesuitas -desde la academia, los pulpitos o las organizaciones sociales urbanas o rurales de los más desprotegidos- son motivos de descalificación y destemplanza. Recientemente, fue tema de atención nacional que la convocatoria a luchar contra la pobreza, la injusticia y por la paz, preconizada desde las aulas por la rectoría de la Pontificia Universidad Javeriana, despertara  desazón en algunos personajes cuyo merito es apersonarse del supuesto legado de Alvaro Uribe Vélez.

PD: a propósito de intemperancia: ¿Qué explicación puede haber para que en el acto de inauguración del Puente La Libertad Guillermo Gaviria Correa en el Bagre, el pasado viernes, se haya impedido la lectura de las comunicaciones enviadas al alcalde de la localidad, por el Presidente de la Cámara de Representantes, Carlos A. Zuluaga y el ex gobernador de Antioquia, Aníbal Gaviria, quien proyectó e inició la obra? Dicen los testigos que la orden provino del actual gobierno departamental.