Por: Cristian Cartegena

Pocos creían en ambos al comienza de la contienda interna en sus respectivos partidos. De ambos se dijo en un principio que sus candidaturas eran impuestas por los varones electorales que las promovieron. Pero a ambos sus copartidarios les manifestaron su irrestricto apoyo cuando se ganaron el aval de sus colectividades para aspirar oficialmente. No obstante, a ambos los malos perdedores de sus partidos los abandonaron rápidamente bajo el pretexto de que “las bases” no se identificaban con ellos. Ambos quedaron prácticamente solos, únicamente con el respaldo de sus promotores, porque los voltearepas de sus colectividades enseguida se acomodaron, bajo cuerda, en las campañas de mayor reconocimiento. A ambos les insistieron en que declinaran a favor de un tercero porque no estaban bien posesionados en las encuestas manipuladoras, aunque en el fondo todos sabían que se enfrentarían con candidatos que ya gozan de reconocimiento regional y local. Ambos debieron aguantar las embestidas de sus propios copartidarios para que se retiraran de la contienda. A ambos los calificaron como testarudos y tercos porque insistieron en sus aspiraciones, cuando era apenas lógico que estuvieran reclamando cumplimiento de las reglas de juego. Ambos se vieron obligados a salir a hacer campaña en medio de la soledad, sólo con la compañía de sus limitados equipos de campaña. A ambos la mayoría de candidatos a concejo y a asamblea de sus partidos no los invitaban a sus reuniones. Ambos eran negados como los candidatos oficiales de sus partidos por aquellos manzanillos que fácilmente incumplieron los estatutos.

 

Sin embargo, en ambos siempre creyeron sus padrinos políticos, los dos máximos dirigentes de la política antioqueña, quienes nunca perdieron la esperanza de que sus repuntaran y se convirtieran en una opción de victoria. Ambos comenzaron a destacarse en los foros. Para mí, ambos son los mejores en los debates por la claridad de sus propuestas y de los diagnósticos de los problemas a solucionar. Ambos son los que más demuestran conocimiento por los territorios que aspiran gobernar, no lo digo yo, lo dicen los datos y las cifras que siempre acompañan sus intervenciones. Las propuestas de ambos empezaron a dar de que hablar en las calles. Ambos comenzaron a ganarse el reconocimiento de sus potenciales votantes a punto de trabajo y de contacto ciudadano. De ambos ya se departe en las tiendas, en las universidades, en los bares, en los taxis, en los buses y en todos los espacios de encuentro ciudadano, porque esta es la época en la que la gente común y corriente comienza a interesarse en las elecciones y sus candidatos. Ambos resucitaron del escepticismo de los trásfugas disfrazados de sus partidos. Por el sentir del ciudadano de a pié y por lo demostrado en los últimos días, no hay duda de que ambos vienen en una curva ascendente que, por lo menos, les garantizará llegar muy fortalecidos para buscar la victoria el próximo 30 de octubre; una situación por la que nadie daba un peso hace menos de tres meses.

Federico Gutiérrez, aspirante a la alcaldía de Medellín por el partido de la U, y Álvaro Vásquez, aspirante a la gobernación de Antioquia por el partido Conservador, son los candidatos valientes de las actuales elecciones territoriales en nuestro departamento y en nuestra ciudad, quienes soportaron la deslealtad de muchos de sus copartidarios, se antepusieron a las adversidades con humildad y trabajo, y hoy ya son una opción válida, legitima y real de triunfo para sus partidos y entre los electores.