Me decía un estudiante de la Universidad, en tono sincero pero contundente, que no entendía las razones por las cuales yo militaba en el Partido Liberal y agregaba inmediatamente, que le parecía casi una locura que aspirara al Congreso por esta colectividad en momentos en los cuales pareciera que el país y el Partido fueran por caminos completamente distintos.
Me inquietó bastante esta observación viniendo de un joven estudiante de derecho, interesado en la política, máxime, cuando yo acababa de perder una curul en el Concejo de Medellín, después de obtener la sexta votación en la ciudad, con lo que hubiera sido Concejal aspirando por cualquier otro Partido diferente al Liberal.
Sin embargo, luego de una corta reflexión, concluí que en la política escogemos la manera de comportarnos, y yo, decidí actuar con coherencia, lealtad, firmeza y apego a mis ideales, así esto en ocasiones ofrezca dificultades en la mecánica electoral.
Reflexioné sobre las razones por las cuales desde que tengo uso de razón me he sentido y me he comportado como un LIBERAL, y concluí que no puedo ser un liberal por conveniencia, porque soy un liberal por convicción.
Recordé que el liberalismo entendido como una corriente de pensamiento filosófico y económico que propugna por limitar al máximo el poder coactivo del Estado sobre los seres humanos y la sociedad civil, es decir, como aquella corriente que promueve la existencia de tanta libertad como sea posible y tanto Estado como sea necesario; ha sufrido transformaciones a lo largo de la historia de la humanidad , desde cuando se defendía la no intervención del Estado en ninguno de los aspectos de la vida económica y social (Liberalismo Clásico), pasando por la moderada intervención del mismo en la economía (Liberalismo Keynesiano) volviendo al marginamiento del Estado en la economía interna y a la apertura de las fronteras de cara a la integración económica internacional (Neoliberalismo) y evolucionando a una participación activa del Estado en la garantía y respeto por los derechos humanos, con su respectivo compromiso para que a sus asociados se les respeten unos mínimos vitales y una vida digna (Liberalismo Social).
Entendí que principios como la libre empresa, el librecambismo, la libre circulación de personas, capitales y bienes, el establecimiento de un Estado de Derecho en el que tanto gobernados como gobernantes estén sometidos al ordenamiento jurídico, el respeto por los derechos individuales y la garantía de la propiedad privada, así como la separación de poderes que evite cualquier asomo de tiranía y la utilización de procedimientos democráticos para elegir a los gobernantes, entre otros, no pueden ser meras palabras vacías sin ninguna carga ideológica y por el contrario, tienen que ser el sustento de un ideario que en Colombia desde el año 1849, con el primer programa político Liberal hasta la fecha, defienda el Partido Liberal.
Por eso, aunque a mi estudiante le parezca atrevido, poco práctico y hasta desquiciado, me quedo en el Partido Liberal, porque sueño con su renacimiento político y electoral, porque creo que en nuestro país hay más liberalismo que el reflejado en las encuestas y las urnas, porque los sindicatos, los trabajadores, los campesinos, las mujeres, los jóvenes, los estudiantes, los empresarios, los microempresarios, merecen un partido que los represente con dignidad, y si hoy no se sienten representados, quienes queremos incursionar en la política regional , tenemos la obligación de renovar el Partido que los hará con orgullo sentirse, decirse y comportarse como Liberales.
Por todo lo anterior y con el convencimiento de que el oportunismo político tarde o temprano será castigado por los ciudadanos y sobre la base que nuestra patria, además de los violentos, también tiene que derrotar el hambre y la miseria, he decidido militar en el Partido Liberal, así no esté de moda, porque su ideario es el que sustenta la democracia colombiana.