Rodrigo Pareja
Los uribistas aspiran tener un candidato único; los conservadores igual; el liberalismo hará consulta interna para escoger el suyo y un amplio sector del Polo Democrático defiende también la opción de ir a las presidenciales del 2010 con candidato propio. En el caso de los dos primeros, siempre y cuando Alvaro Uribe no se convierta en aspirante y busque su tercera reelección, si es que el referendo que la propicia supera todas las viscicitudes que tiene al frente. Y si el referendo fracasa, es posible que lo que ahora se llama coalición uribista, sin su capitán al frente, termine escogiendo uno de los suyos si antes no estalla en mil pedazos.
En el campo de las hipótesis, estarían a disposición del consumidor electoral en mayo del 2010 – sin Alvaro Uribe candidato – algunos de los siguientes personajes, entre los más mencionados últimamente: Juan Manuel Santos, Germán Vargas Lleras, Marta Lucía Ramírez, Rodrigo Rivera, Alfonso Gómez Méndez, Iván Marulanda, Rafael Pardo, Carlos Holguín, Noemí Sanín, Andrés Felipe Arias, Carlos Rodado, Luis Eduardo Garzón, Gustavo Petro y Carlos Gaviria, entre los políticos, y Sergio Fajardo y de pronto Antanas Mokus, entre los independientes. Si se estuviera hablando de hípica, podría decirse que estos animales coparían el partidor automático, y no se necesita ser pronosticador de oficio para aconsejar al apostador que si pone la palabra “todos” en la casilla de este derby presidencial, acertará el punto.
Lo que queda por ver es si ausente Alvaro Uribe de la contienda, la U, Cambio Radical, Alas Equipo Colombia, el partido conservador y los demás grupúsculos uribistas mantienen su cohesión y se deciden por uno solo entre los suyos, o todo aquel que se cree predestinado se abrirá para jugar individualmente.
Hay una cosa cierta. Sin Uribe jalonando, los votos no van a ser tantos y es posible que algunas de esas agrupaciones – que más parecen clubes de amigos – tiendan a desaparecer.
Lo más curioso es que todos los partidos o grupos pregonan sus presuntas mayorías, pero al mismo tiempo claman por establecer coaliciones con otros, en lo que parece denotar una especie de complejo de inferioridad y una absoluta falta de confianza en la presunta fortaleza que dicen tener.
Hay un hecho incuestionable y es que los partidos tocaron fondo y llegaron a sus mínimos electorales, en primer lugar porque el fenómeno Uribe acabó con ellos, y en segundo lugar porque sus integrantes hicieron todo lo posible para continuar “perdiendo desprestigio”, como jocosamente algún día dijo, de alguien en particular, el ex ministro Rodrigo Marín Bernal.
Para salir de la crisis y volver a convertirse en verdaderas alternativas de poder como afirman con tanta gracia sus dirigentes, los partidos tienen que volver a ser eso, partidos, colectividades respetables, con propuestas, con programas, con líderes y con ganas de ser, porque no hay nada mejor para fracasar que no querer triunfar.
Comerciantes e industriales que se quebraron, han resurgido de sus ruinas partiendo nuevamente de cero, pero aferrados a su confianza, su optimismo, su fe en el trabajo y un inquebrantable deseo de superación. No se unen varios quebrados para compartir sus miserias.
El Polo se ufana de los dos millones y medio de votos que sacó en las pasadas elecciones presidenciales; el partido conservador de su votación en la consulta del pasado 26 de octubre que lo dejó como la agrupación mayoritaria; los uribistas, de sus incuestionables mayorías si es que logran mantenerse unidos y no se despedazan entre sí, y el liberalismo acaba de retarlos a todos para que en una misma fecha se defina quien tiene las mayorías.
Así debería ser en esta mesa de cuatro grandes jugadores de poker, cada uno con sus cartas y apoyados en sus ases o reinas, vale decir en sus tesis, sus programas y sus electores, para poder recuperarse del lánguido lugar en que se encuentran.
Sin embargo, pese a lo que vociferan sus jefes, cada uno está buscando afanosamente alianzas con otros, no para superarse como partidos sino más bien, para defender sus cuotas burocráticas y no desaparecer de los puestos y las prebendas, y parecen preferir ese status quo a convertirse verdaderamente desde la dura oposición en agrupaciones serias, respetables y con opciones hacia el futuro.
Por eso no es raro presenciar coqueteos hasta incestuosos y propuestas descabelladas, que lo único que hacen es llevar más esceptisismo y desinterés a los potenciales electores, quienes sólo ven más de lo mismo y el posible resurgimiento de otro Frentecito Nacional, con la diferencia de que ahora sería entre dos o tres minúsvalidos y no entre dos poderosos partidos como fue el primero que se pactó luego de la caída de Rojas Pinilla.