Por: Rodrigo Pareja

Árbol que nace torcido nunca jamás endereza, solían decir los viejos hace años para significar que desde temprana edad debe haber preocupación y esmero por la formación de la juventud.

Esa sencilla frase es de una sabiduría extraordinaria, como también aquella que augura una buena educación y un buen ejemplo: el que a buen árbol se arrima buena sombra lo cobija.

Ambas premisas cayeron hace rato en el olvido y fueron relegadas o sustituidas por actitudes mercantilistas y de inmediato rendimiento, por lo menos en lo que hace relación con los grandes medios de comunicación.

Estos, llámese televisión, radio o periódicos y revistas, piensan más en su raiting, sintonía y circulación que en cualquier otra cosa, y dejan de lado la implícita obligación que tienen de ayudar a formar una sociedad, y sobre todo, una juventud con algunos valores.

Hace algunos años aparecieron en Bogotá y Cali tres publicaciones periodísticas que causan vergüenza: El Espacio, El Bogotano y El Caleño, de las cuales sobrevive – para deshonra del verdadero periodismo – la primera de ellas.

Hace algún tiempo, y posiblemente añorando la basura que dejó de circular, otros medios de comunicación que se dicen respetables y que en su línea editorial a veces son más papistas que el Papa, se dedicaron a sacar las castañas del fuego por mano ajena y le dieron vida a otros esperpentos que nada tienen que envidiar a los precursores del periodismo bazofia.

Publicaciones que tienen un alta circulación entre la gente más ignorante y de peor formación y por consiguiente más susceptible a seguir el mal ejemplo, a dejarse influenciar por lo negativo y, lo que es peor, a hacer ídolos y convertirse en seguidores de los peores elementos humanos que en tales publicaciones son destacados.

Mientras las casas matrices de estos medios condenan el amarillismo, critican los excesos de algunos comentaristas y adoptan posturas que los hacen aparecer como adalides de la decencia y las buenas costumbres, sus hijos legítimos hacen todo lo contrario y rinden culto diariamente a la indecencia, el escándalo y el mal gusto.

Eso es, como se dice coloquialmente, borrar con el codo lo que se escribe con la mano.

En cuanto a las ondas hertzianas, es llover sobre mojado volver a decir algo de la radio-letrina que impera en Colombia, también con el beneplácito de las grandes cadenas que, por un lado, posan de grandes y respetables, y por el otro, por intermedio de sus filiales, aportan diariamente una alta dosis de basura, procacidad, mal gusto y estafa a todos sus oyentes. Todo lo anterior, con la complacencia o complicidad del mal llamado Ministerio de comunicaciones.

Para terminar este recorrido por la desalentadora pero aprobada escuela del mal ejemplo y la peor formación, hay que mirar lo que ocurre con la televisión: El Cartel, Las Muñecas de la mafia, El Cartel de los sapos, Pandillas, guerra y paz, es decir más aguamasa para la porqueriza y más escuela para esa juventud que, sin oportunidades, es  fácilmente seducida por el dinero fácil y atraída por lo banal. Y no solamente los varones sino las mujeres, a quienes se les presenta como la mejor opción de vida entregarse prostituidas a cualquier traqueto de medio pelo que se les cruce en su camino.

Mientras tanto, los miembros de la inoperante y costosa Comisión nacional de televisión, siguen pensando sólamente en cómo adjudicar el tercer canal y sacar de ese hecho la mejor tajada, y de qué manera consiguen más prebendas y ventajas de las que ya tienen.