La libertad de prensa es un derecho fundamental que garantiza el fortalecimiento del Estado Social de Derecho y de la democracia. Sin embargo, el prurito de la defensa, protección y promoción de la libertad de prensa, cuyo día mundial se celebra este 3 de mayo, no debe permitir que bajo su amparo se vulneren otros principios y derechos fundamentales, contemplados en nuestra Constitución Política, como los principios de la dignidad humana y de la presunción de inocencia y los derechos a la intimidad, al buen nombre, a la honra y al debido proceso.

La democracia colombiana urge de un periodismo sin ligerezas, sin inventos, basado en la imparcialidad y en la veracidad -como manda el mismo artículo que aboga por su libertad- y alejado de los rumores y de la mala intención, cuyo objetivo “doloso” sea la injuria y la calumnia. Una democracia en proceso constante de fortalecimiento necesita un periodismo que defienda el sigilo profesional, pero tan responsablemente, que no esconda detrás del derecho a proteger a sus fuentes, la intención de dañar a personas naturales y jurídicas.

El ejercicio responsable de este “oficio” debe llevarnos a la autorregulación, no obstante el prurito de un amplio sector del gremio periodístico que relaciona “regulación” con ”censura” y considera que nadie –ni el propio periodista- puede “coartar” su libertad de prensa, de opinión y de expresión. Esta defensa a ultranza, que parece desconocer los límites que impone el ordenamiento jurídico que cobija a todos los colombianos sin distinción alguna, es la de los periodistas y los medios de comunicación que se sienten intocables, es la que nos ha llevado a olvidar que la humildad es también un valor que debe acompañar permanentemente el oficio del periodista.

Javier Darío Restrepo -padre de la ética periodística en Latinoamérica, fallecido en octubre de 2019- escribió en su libro “El zumbido y el moscardón”, sobre la soberbia de los periodistas, hasta el punto que algunos reclaman una condición privilegiada “para ponerse por encima de las leyes. Se sabe de casos en los que periodistas, tras la armadura de la libertad de expresión, pretenden burlar la justicia. O el de asociaciones gremiales que frente a un recurso de amparo constitucional o acción de tutela, tuvieron la arrogancia de afirmar que ese instrumento legal no procedía contra la prensa”, decía Javier Darío.  

Para que, ciertamente, la libertad de prensa garantice el fortalecimiento del Estado Social de Derecho y de la democracia, los periodistas debemos cumplir a cabalidad con nuestro papel veedor, fiscalizador y crítico de las acciones de los agentes públicos y privados, en defensa del interés general. Debe ser así porque el periodismo “suele ser el último bastión de los sensatos -decía Javier Darío Restrepo- en los tiempos de tentación autoritaria y de pérdida de la fe en las instituciones democráticas”. Pero, aún así, los prejuicios no deben apoderarse de la agenda informativa, para evitar que se difumine la responsabilidad periodística.

Los prejuicios, sin respeto por los principios y los derechos constitucionales, en muchas ocasiones están amparados en el prurito de la defensa de la libertad de prensa. Los prejuicios, que terminan en rápidas condenas públicas, desconocen que la “prevalencia” del derecho a la libertad de prensa termina cuando colisiona con otros principios y derechos fundamentales.

Por eso es que tantas veces nos insistió Javier Darío Restrepo en la urgencia del periodismo ejercido bajo el principio básico de la verdad, por encima del prejuicio, para garantizar la perpetuidad del patrimonio más grande de los periodistas: la credibilidad.

“Mientras el médico construye su ética alrededor de la vida y el abogado en torno de la justicia, el periodista lo hace sobre la base de la verdad. Los demás valores están subordinados a ella (…) Verdad significa también responsabilidad y, sobre todo, servicio”, afirmaba Javier Darío Restrepo.

Una democracia fuerte, libre y organizada, fundada en la separación de los poderes públicos, necesita de la existencia de otro “poder” inobjetable que garantice claridad permanente: el periodismo libre que haga control social, que investigue y que denuncie. Pero, al mismo tiempo, un periodismo responsable, humilde y humano, orgulloso de su libertad necesaria -que debe ser defendida, protegida y promocionada- pero consciente de sus límites. Porque la libertad de prensa, de opinión y de expresión no puede ser la «patente de corso» para vulnerar otros principios y derechos fundamentales como los principios de la dignidad humana y de la presunción de inocencia y los derechos a la intimidad, al buen nombre, a la honra y al debido proceso.