Por: Margarita María Restrepo
La Guerra Fría tenía dos capítulos pendientes. El primero de ellos, Corea del Norte y el segundo: Cuba. Parece entonces, que, luego de la visita de Barack Obama a La Habana, el asunto cubano entra en la lista de los asuntos finiquitados en la confrontación ideológica que trazó los derroteros de la política mundial de los últimos 70 años.
El proceso de normalización de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba era un asunto que Obama traía desde la campaña que lo condujo a la presidencia de su país. Entre las muchas cosas que planteó, estaba la clausura de la base militar-cárcel de Guantánamo, promesa política incumplida, por ahora.
Obama ha trazado una política exterior que rompe con los estándares establecidos por sus antecesores, sin que podamos concluir si aquello, en el corto plazo, es o no positivo. Aún no sabemos si el diálogo con Irán logrará el cometido de desactivar la amenaza nuclear del régimen de los ayatolás.
Con ocasión del proceso de paz del gobierno Santos con los terroristas de las Farc en Cuba, Obama, a través del Secretario de Estado, John Kerry, designó al promotor de inversiones y negocios Bernie Aronson como su enviado especial ante la mesa de negociaciones. La decisión, aunque controversial, resulta lógica: la cúpula de las Farc tiene cuentas pendientes con la justicia norteamericana. La situación no deja de ser paradójica: Santos se apresta a convertir a las Farc en un partido político, mientras que sus “líderes” seguirán siendo personas pedidas en extradición por los tribunales norteamericanos.
Los jefes de las Farc, como los denominados “extraditables” que azotaron a Colombia hace 20 años, a lo único que verdaderamente le tienen miedo es a terminar sus días en una solitaria celda norteamericana. El problema que tienen los guerrilleros es que en los Estados Unidos, los jueces son independientes. Será imposible que una corte que lleve un proceso por narcotráfico o por homicidio contra uno de los integrantes de esa organización –que valga recordar hace parte de la lista de grupos terroristas de los Estados Unidos-, suspenda los requerimientos por cuenta del acuerdo de paz al que eventualmente lleguen Santos y las Farc.
Las drogas ilícitas son el motor que mueve la máquina de terror de las Farc. Todos estos años de supuesto proceso de paz, tal y como lo hemos denunciado, han servido para que la guerrilla engrose sus arcas. Mientras hablan de reconciliación, se dedicaron a fortalecer sus finanzas, a ampliar las redes de narcotráfico y a aumentar el número de hectáreas sembradas con plantas de coca.
En reciente informe de la Oficina Nacional de Drogas de los Estados Unidos, se reveló un dato francamente indignante: en 2015, se alcanzó el número de hectáreas sembradas en coca más alto de nuestra historia, al llegar a 159 mil.
Hablan de paz y reconciliación en La Habana, mientras inundan a Colombia de plantas de las que sale la materia prima para la elaboración del clorhidrato de cocaína. Anuncian que las Farc se convertirán en un partido político, mientras siguen fabricando la droga con la que están asesinando a la juventud en todo el planeta, empezando por la de los Estados Unidos.
Las decisiones de política exterior de los Estados Unidos merecen todo el respeto. Aquel país, es soberano de mantener y reestablecer las relaciones diplomáticas con las naciones que considere prudente y pertinente. Pero, ¿cómo entender que el Secretario de Estado, en el marco de la visita del presidente Obama a Cuba, haya decidido sentarse a conversar con la cúpula de las Farc? Creíamos que aquello de que los Estados Unidos no habla ni negocia con terroristas era algo cierto. Pero, la decisión del señor Kerry, nos demuestra que no es así.
Colombia ha sufrido los rigores del terrorismo. Nuestra democracia ha sido asediada durante más de 50 años por cuenta de las acciones criminales de las Farc. Nuestra flora ha sido exterminada para llenar los campos de Colombia de matas de coca. Niños de todas las regiones del país son víctimas del reclutamiento forzado por parte de la organización con la que el Secretario de Estado anduvo conversando en La Habana.
Me parece maravilloso que el gobierno de los Estados Unidos haya decidido ponerle punto final a la Guerra Fría, pero aquello no justifica, en absoluto, que unos terroristas como son las Farc, se conviertan en beneficiarios de los movimientos geopolíticos de Washington, porque, insisto, no se trata de una organización política, sino de la más sofisticada y tal vez poderosa estructura narcotraficante del planeta Tierra.